KATOLICOSDELAPASCUA.BLOGSPOT.COM

KATOLICOSDELAPASCUA.BLOGSPOT.COM
EL PRIMER BLOG CATÓLICO DE VALLE DE LA PASCUA...







lunes, 8 de noviembre de 2010

La carta que mi párroco no quiso leer…

Por: Marco A Di Rupo B


Aclaratoria. El siguiente escrito es una carta que éste servidor le hizo llegar a su párroco de manera privada (via internet), para exponerle su rechazo a la forma en que está oficiando la Misa y desarrollando la liturgia en la parroquia que preside. Como quiera que nunca obtuve respuesta oportuna a favor o en contra de mis planteamientos, (salvo alguna alusión velada a la misma en una de sus homilías, donde afirmó que: "no leía los escritos "incómodos" que le mandaban sino que los borraba de su computador”) he decidido hacerla pública para exponer mi posición al respecto.


Diócesis de Valle de la Pascua. 30/10/2010
Parroquia “Nuestra Señora de la Asunción de la Vigía” Rev. P. Moisés Dugarte Dugarte.
Su despacho.

Estimado P. Moisés, que la paz del Resucitado y el amor de nuestra Madre Santísima estén con usted en todo momento. Con todo el respeto que me merece su persona y su condición de sacerdote a cargo de nuestra parroquia, quiero hacerle algunas observaciones sobre los cambios que usted ha introducido recientemente en la liturgia, especialmente en lo que respecta a eso que algunos han dado en llamar “danza litúrgica”. Ante todo quiero dejarle claro que con estas observaciones, para nada estoy cuestionando su capacidad intelectual, su talante moral o su idoneidad para el cargo que ejerce. Tampoco pretendo cuestionar su autoridad ni mucho menos “dictarle pauta” en lo referente a la liturgia, simplemente hago uso de la libertad cristiana que tenemos para discernir lo que es bueno de lo que no lo es, a la luz de la Doctrina Católica. Con este necesario preámbulo voy entonces al grano.

Sobre la “Danza Litúrgica”. La mal llamada danza litúrgica es una moda exótica, apadrinada por el "liberalismo teológico" y emparentada con el paganismo de la Nueva Era y el protestantismo carismático. A nuestras comunidades eclesiales llegó importada de otras latitudes y como un aborto de la reforma litúrgica instaurada por el Vaticano II. La "danza liturgica" convierte el templo en una especie de sala de conciertos o teatro inclinando las mentes no a Dios sino a los danzantes, además de estorbar en sobre manera el recogimiento espiritual de los fieles y la atención debida al Santo Sacrificio del Altar. Quienes la promueven buscan ante todo alterar la liturgia con el fin de entretener y animar la asamblea. La danza y la música que por lo general la acompaña traen a la mente, de quienes asistimos a misa, recuerdos y disposiciones anímicas alejadas de Cristo y de la solemnidad de su sacrificio, como bien lo señala en un documento “cualificado y autoritativo” la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos cuando diserta sobre la danza en el mundo occidental:

“Aquí la danza está vinculada con el amor, la diversión, la profanidad, el desenfreno de los sentidos; tal danza, en general, no es pura. Por esa razón no puede introducirse en las celebraciones litúrgicas de ningún tipo: eso sería introducir en la liturgia uno de los elementos más desacralizados y desacralizantes, y así sería equivalente a crear un ambiente de profanidad que recordaría con facilidad a los presentes y participantes los lugares y situaciones mundanos en la celebración.

“Si la propuesta de la danza religiosa en Occidente debe realmente ser acogida, deberá tenerse cuidado que en su consideración debe hallar un sitio fuera de la liturgia, en áreas de asamblea que no sean estrictamente litúrgicas. Aún más, los sacerdotes deben siempre excluirse de la danza”. (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos “Boletín Notitiae” 11 1975, Págs. 202-205).

Otras citas: En entrevista a la agencia vaticana Fides (16 11-2007) al Secretario del Pontificio Consejo para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Mons. Albert Patabendige, censuró:

“los cambios introducidos abusivamente” en la liturgia católica, produciendo múltiples “efectos nocivos sobre la fe y sobre la vida litúrgica de la Iglesia”.

En tal contexto el Obispo dijo:

“el uso de las danzas, de instrumentos musicales y de cantos que bien poco tienen de litúrgico no son para nada consonantes con el ambiente sacro de la iglesia y de la liturgia, todos estos elementos desnaturalizan la celebración de la Misa, transformándola en una coreografía y una manifestación de teatralidad, pero no de fe”.

El cardenal Arinze, que fue Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del 2002 al 2008 ha dicho lo siguiente respecto de las llamadas Danzas Litúrgicas:

“Lo que no está bien es que un párroco occidental se ponga a imitar liturgias danzantes que quizá ha visto en la televisión, provocando el desconcierto de sus fieles. En Occidente los fieles que quieren bailar pueden hacerlo en las salas parroquiales, y quien quiere ver danzas hermosas puede hacerlo en los teatros, no desde luego en la iglesia y siempre presuponiendo que la danza en cuestión sea aceptable moralmente. De lo que acabo de decir se comprende que considero difícil que la danza entre en las liturgias latinas en Europa y en América. En África y en Asia lo considero, en cambio, posible, bajo condiciones. (Entrevista realizada por Gianni Cardinale para 30 Días).

…“el uso de la danza en la liturgia debe ser examinada críticamente, porque la mayoría de las veces la atención se traslada hacia los que la llevan a cabo y sirve tan solo como entretenimiento. La gente va a Misa no para entretenerse sino para adorar a Dios, para alabarle y darle gracias, para pedir el perdón por sus pecados y cualquier otra necesidad espiritual o material" (Homilía en la misa de clausura de la Asamblea plenaria de la Federación de Conferencias Episcopales Asiáticas 2009).

Dice el Papa Benedicto XVI en “El espíritu de la Liturgia. Una introducción”:

“La «creatividad» no puede ser una categoría auténtica en la realidad litúrgica…”

“La liturgia no vive de las «genialidades» de cualquier individuo o de cualquier comisión”

También Juan Pablo II en su carta Ecclesia De Eucaristhia, afirma lo siguiente:

"Por desgracia, es de lamentar que, sobre todo a partir de los años de la reforma litúrgica postconciliar, por un malentendido sentido de creatividad y de adaptación, no hayan faltado abusos, que para muchos han sido causa de malestar. Una cierta reacción al «formalismo» ha llevado a algunos, especialmente en ciertas regiones, a considerar como no obligatorias las «formas» adoptadas por la gran tradición litúrgica de la Iglesia y su Magisterio, y a introducir innovaciones no autorizadas y con frecuencia del todo inconvenientes".

Por eso el Concilio Vaticano II ordena:

“Nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia” (Conc. Vat. II, Const. sobre la S. Liturgia, Sacrosanctum Concllium, 22, par. 3.).

Con las citas anteriores queda clara la posición del magisterio sobre la danza y su inconveniencia en la liturgia católica. Veamos ahora lo que se esconde detrás de la extra-eclesial “liturgia renovada” que ciertos personajes “ingeniosos” tanto laicos como del clero ensalzan por todos los medios posibles.

El giro de la Liturgia. La problemática alrededor de la danza tiene un trasfondo teológico que no es otro sino el giro antropocéntrico que quienes la propugnan desean darle a la liturgia. El centro de la liturgia no sería ya Cristo sino la asamblea, la esencia teocéntrica de la liturgia queda relegada a un segundo plano, lo importante entonces es mantener el interés y la atención de los fieles, el “avivamiento” forzado y efímero de las personas. La Santa Misa por obra y gracia de este “nuevo estilo” de celebrar, deja de ser la actualización del sacrificio de Cristo, para convertirse en un simple acto cultural-religioso en favor del pueblo. El fiel renunciando a una verdadera participación, se transforma en “publico”, en espectador de un acto intrascendente para su vida espiritual. Ese giro antropocéntrico de la llamada liturgia “renovada” que sutilmente se está infiltrando en la Iglesia, se orienta hacia las comodidades y preferencias humanas, es decir, hacia el predominio del hombre y su supremacía en todo. ¿No es esto lo que predica el liberalismo, la masonería anti-cristiana y el neo-paganismo del new age? A nivel eclesial esto se traduce en un particularismo, en una autonomía subjetiva (tanto de seglares como de algunos miembros díscolos de la jerarquía) que se opone activamente al Magisterio y sus directrices.

Mis reparos. A mi modo de ver, el problema no es la danza en si, sino su uso en la liturgia, las citas anteriores creo que lo demuestran suficientemente. Introducir por capricho o por lo que sea la danza en la misa, priva a los fieles de la sacralidad de la Liturgia, de la percepción diáfana de que lo que allí se da es exactamente lo mismo que sucedió en el Calvario. Me pregunto padre Moisés: ¿Danzaron los apóstoles la noche de la última cena? ¿Danzó María al pie de la cruz donde murió su Hijo? ¿Danzaron las mujeres y los apóstoles ante la tumba vacía el día de la Resurrección? ¿Danzan los ángeles durante la consagración y la comunión?. Recordemos la actitud que tuvo la virgen en el calvario, no estaba danzando alrededor de la cruz, al contrario, afligida unía su dolor con el sacrificio de su Hijo por los pecados de los hombres.

La Liturgia en la Iglesia es mucho más que un conjunto de ritos o ceremonias y dependiendo de cómo el sacerdote celebre, así será su manera de concebir la Iglesia y sus dogmas. Los clérigos y en especial los “liturgos” de las diócesis deberían conocer que en el Ars Celebrandi de la Santa Misa no se deben introducir signos mundanos como los despropósitos litúrgicos contemporáneos de la danza y los aplausos. Solo los que privilegian una concepción de la misa como estrictamente memorial de alabanza (al estilo neo-catecumenal), fiesta o banquete (olvidando o menospreciando su esencial carácter sacrificial) danzan sin preocupación. La categoría de fiesta es incompleta para designar lo trágico y gozoso del misterio pascual. Si la misa es la actualización incruenta del mismo sacrificio de la cruz, ¿nos es lícito danzar en la misa? No debemos olvidar que el templo está esencialmente dedicado y consagrado para la oración y para el Santo Sacrificio del Altar no para la puesta en escena de un espectáculo mundano.

Son preguntas y consideraciones que quizás a usted lo incomoden o lo irriten pero que humildemente me permito hacerle sin ánimo alguno de polémica o impertinencia. Es mi deber como laico medianamente informado, recordarle que la liturgia no es de su propiedad, ni del obispo, ni siquiera del papa, por lo tanto no es un campo en el cual usted pueda a su antojo, innovar, transformar o experimentar. Los fieles nos merecemos una liturgia acorde con los cánones y directrices establecidos por el magisterio y no un teatro producto del ingenio humano. Los que defienden la llamada “liturgia renovada” deben saber que toda innovación debe ser iniciada por la Santa Sede y ésta (más allá de lo establecido por el concilio vaticano II en la Sacrosanctum Concilium), no lo ha hecho. Por lo tanto la danza y otros dislates similares son un abuso litúrgico. El Vaticano II mantuvo la dirección de la liturgia en manos de la Santa Sede y, a la vez, en manos de las conferencias episcopales y el obispo diocesano, pero nunca bajo los criterios de alguna individualidad.

Ciertamente la liturgia es por así decirlo un “misterio vivo” y donde hay vida hay creatividad no inmovilidad o anquilosamiento, de ahí que el concilio Vaticano II hable de la necesidad de inculturizar la liturgia de acuerdo con las particularidades de cada país, pueblos y culturas, pero esto debe hacerse respetando su esencia (de la liturgia) y lo establecido por el Magisterio. Lo anterior no autoriza a nadie a convertir la liturgia en un festival, nadie puede adjudicarse la patente de creador, ni ensayar su presunta creatividad en la celebración, antes, hay que contar con la aprobación de la Iglesia. Por otro lado, toda “innovación” unilateral pude traer consigo consecuencias funestas para la vida de la Iglesia, ejemplo de ésto fueron (y en algunos casos “son”) las locuras y los abusos de quienes se apropiaron de la liturgia para desarrollar sus particular visión de la Iglesia, abusos a los que tuvieron que ponerle freno en su momento la autoridad eclesiástica. Por lo tanto, queda claro que una cosa es la inculturización litúrgica y otra que los sacerdotes o los fieles inventen “misas” en las que la liturgia es pisoteada sin misericordia. Es harto repugnante también, mancillar la liturgia para “democráticamente” ofrecer en la Misa “lo que le gusta al pueblo”. Tampoco la razón “pastoral” de atraer gente (especialmente jóvenes) a la Iglesia justifica el establecimiento de una monstruosa y abusiva anarquía litúrgica.

El derecho que me asiste. El papa Paulo VI de feliz memoria, ya en lo años setenta de siglo pasado decía:

“Quisiéramos exhortar a las personas de buena voluntad, sacerdotes y fieles, a no tolerar este indócil particularismo, que ofende, además de la ley canónica, el corazón del culto católico, que es la comunión; la comunión con Dios y la comunión con los hermanos, de la que es mediador el sacerdocio ministerial autorizado por el obispo. Semejante particularismo tiende a formar su Iglesia, o tal vez su secta, es decir, apartarse de la celebración de la caridad total, a prescindir de la estructura institucional, como se dice hoy, de la Iglesia autentica, real y humana, para hacerse la ilusión de poseer un cristianismo libre y puramente carismático, pero en realidad amorfo, evanescente y expuesto al soplo de todo viento de la pasión, de la moda o del interés temporal o político. Esta tendencia a separarse gradual y obstinadamente de la autoridad y de la comunión de la Iglesia puede llevar desgraciadamente muy lejos. No como han dicho algunos, a las catacumbas, sino fuera de la Iglesia” ("Pastoral Liturgica", Boletín del Secretariado nacional de Liturgia, España. nn. 43-44, pp. 1-4).

Por las razones antes expuestas y por caridad cristiana es mi deber P. Moisés exponerle lo siguiente. Ya he asimilado que usted en su condición de párroco y haciendo gala de la autoridad que se le ha concedido, va a seguir insistiendo en fracturar la liturgia incorporando danzas y otros “inventos” en la celebración del misterio central de nuestra fe y que no tiene intenciones de cambiar esa actitud, pues al parecer es lo que su corazón le dicta. Se también que la parroquia (como institución) está bajo su autoridad, pero no espere de parte mía y de algunos otros fieles, una aceptación acrítica de su proceder, ni un abandono de nuestros derechos como laicos, muy particularmente nuestro derecho a la protesta cuando algo objetivamente no marcha bien. Tampoco puede usted esconderse detrás de títulos, logros académicos o dignidades para negarle el derecho a la iniciativa propia y el derecho de pensar y actuar con libertad cristiana a los laicos. Los tiempos en que se concebía la Iglesia como reducida a “cura y monaguillo” quedaron afortunadamente en el pasado, los laicos cada día conocemos mejor nuestra posición en la Iglesia, nuestros deberes y derechos, sin necesidad de un tutelaje clerical enfermizo y apabullante. Sepa usted, que vamos a agotar todos los medios que la Iglesia pone a nuestro alcance para revertir esta situación. De seguro usted conoce lo que la Instrucción Redemptoris Sacramentum ordena de forma vinculante a obispos, sacerdotes y laicos:

[IRS-183.] De forma muy especial, todos procuren, según sus medios, que el santísimo sacramento de la Eucaristía sea defendido de toda irreverencia y deformación, y todos los abusos sean completamente corregidos. Esto, por lo tanto, es una tarea gravísima para todos y cada uno, y, excluida toda acepción de personas, todos están obligados a cumplir esta labor.

[IRS-184.] Cualquier católico, sea sacerdote, sea diácono, sea fiel laico, tiene derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico, ante el Obispo diocesano o el Ordinario competente que se le equipara en derecho, o ante la Sede Apostólica, en virtud del primado del Romano Pontífice. Conviene, sin embargo, que, en cuanto sea posible, la reclamación o queja sea expuesta primero al Obispo diocesano. Pero esto se haga siempre con veracidad y caridad.

Mi propuesta. De ninguna manera los que compartimos el mismo punto de vista sobre la liturgia, estamos opuestos a la danza sagrada o a que se alabe y adore a Dios con esa forma de arte, a lo que nos oponemos con la fuerza y la razón que nos dan el Magisterio y la Tradición de la Iglesia, es a su incorporación en las celebraciones litúrgicas, particularmente en la Eucaristía. Se debe estimular la danza como un área especifica de la pastoral juvenil y asistirla con un adecuado pastoreo. Una forma de cultivar la danza sagrada sin violentar la liturgia, sería su desarrollo en ambientes extra-litúrgicos como los atrios de los templos, los salones parroquiales etc. Se puede “danzar para el Señor” sobre todo si son los jóvenes quienes lo hacen, pero es deber del pastor conocer y hacer respetar los límites de la danza en el ámbito eclesial.

Conclusión. Quiero terminar esta carta con las apreciaciones de un cercano colaborador del papa Paulo VI, el Cardenal Virgilio Noé quien fuera secretario de Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino durante el pontificado de Pablo VI, quien en una entrevista concedida al portal Roma Petrus, refiriéndose a la famosa frase del Papa Montini “EL HUMO DE SATANÁS HA INFILTRADO LA IGLESIA CATÓLICA”, ha dicho lo siguiente:

“El Papa Pablo VI aceptó con sumo placer la reforma litúrgica que tuvo lugar tras el Vaticano II, pero vio con enorme preocupación la propagación de abusos litúrgicos que no respetaban dicha reforma”.

Con la frase antes citada (asegura el cardenal Noé) Pablo VI se refería a

“todos esos sacerdotes, obispos y cardenales que no adoraban correctamente a Dios al celebrar mal la Santa misa debido a una interpretación equivocada de lo que quiso implementar el Concilio Vaticano II. El Papa habló del humo de Satanás porque él sostenía que aquellos sacerdotes que convirtieron la Santa Misa en basura en nombre de la creatividad, en realidad estaban poseídos de la vanagloria y el orgullo del maligno. Por tanto, el humo de Satanás no era otra cosa que la mentalidad que quería distorsionar los cánones litúrgicos de la ceremonia eucarística”.

Dice también el Cardenal a este respecto:

“Él condenaba la sed de protagonismo y el delirio de omnipotencia que siguieron a nivel litúrgico al Concilio. La Misa es una ceremonia sagrada, repetía con frecuencia el Papa, todo debe ser preparado y estudiado adecuadamente respetando los cánones, nadie es “dominus” de la Misa. Desgraciadamente, muchos, después del Vaticano II no lo han entendido y Pablo VI sufría viendo el fenómeno como un ataque del demonio.”

Sinceramente espero P. Moisés que éste no sea su caso…

Atentamente su feligrés y hermano en Cristo: Marco Aurelio Di Rupo Betancourt.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Regresa el debate sobre la relación entre fe y política

Regresa el debate sobre la relación entre fe y política

Por el padre John Flynn, L. C.
Traducción de Justo Amado

Con las elecciones norteamericanas, vuelven a estallar el debate sobre las relaciones Iglesia-Estado y las creencias religiosas de los candidatos. Los expertos han especulado sobre el modo en que la afiliación religiosa afectará a los votantes, especialmente con asuntos tan controvertidos como la reforma sanitaria y los cambios de las leyes de inmigración todavía frescos.

A principios de este mes los siete obispos católicos del Estado de Nueva York publicaban una declaración para ayudar a la gente a valorar a qué candidatos convenía votar. Los católicos, afirmaban, deben juzgar los temas políticos a través de la lente de la fe y no guiarse sólo por el propio interés o la lealtad a un partido. Los obispos mencionaban algunos temas, desde los relacionados con la vida a la guerra y a la paz y la educación. Es raro, admitían, encontrar un candidato que esté de acuerdo con la Iglesia en todas las materias, pero no todas tienen el mismo peso. Tras recomendar el documento del 2008 "Formar las Conciencias de los Ciudadanos Creyentes", publicado por los obispos de Estados Unidos, los prelados de Nueva York indicaban: "El derecho inalienable a vivir de toda persona humana inocente pesa más que otros preocupaciones en las que los católicos pueden usar su juicio prudente, tales como afrontar mejor las necesidades de los pobres o aumentar el acceso para todos a la sanidad".

Animaban a los católicos a tomarse tiempo para estudiar las posiciones de los candidatos y concluían con una lista de preguntas que la gente debería hacerse antes de decidir a quién votar. La cuestión del impacto de la fe en la política ha sido un tema al que ha hecho alusión en varias ocasiones recientes Benedicto XVI.

En un mensaje el 12 de octubre al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el Papa afirmaba que es necesario que la política y la sociedad se guíen por la consideración del bien común. Los valores cristianos son útiles no sólo para determina aquello que abarca este bien común, hacen una aportación indispensable, añadía. Una nueva generación de políticos En el mensaje enviado con motivo de la Semana Católica Social Italiana, Benedicto XVI pedía una nueva generación de católicos que se presentara y se mostrara activa en política.

Esta participación debería basarse en una sólida formación intelectual y moral que permitiera la formación de principios éticos basados en verdades fundamentales, de manera que las decisiones no se basaran en el egoísmo, la avaricia o la ambición personal. En un momento en que los políticos suelen caer en el desprecio o en el ridículo, el Pontífice indicaba que: "el comportamiento socio político, con los recursos y actitudes espirituales que exige, sigue siendo una alta vocación, a la que la Iglesia invita a responder con humildad y determinación".

En cuanto al papel de la Iglesia, el Papa afirmaba que: "la Iglesia católica tiene un legado de valores que no son cosas del pasado, sino que constituyen una realidad muy viva y actual, capaz de ofrecer una pauta creativa para el futuro de una nación". Este mensaje lo escribía el Papa tras su importante discurso sobre las relaciones Iglesia Estado durante su reciente visita a Escocia e Inglaterra. Dirigiéndose a los políticos y líderes en el Westminster Hall de Londres, el Papa mantenía que la religión no es un problema que tengan que resolver los legisladores, sino que tiene una aportación vital que hacer a la política.

El Santo Padre señalaba lo inadecuado de basar el futuro de una nación en consideración a corto plazo de mera naturaleza política y animaba a sus oyentes a considerar la importancia de la dimensión ética de hacer política. Esta dimensión ética no tiene que depender de una fe particular, sino que puede basarse en la formulación de la razón de los principios morales objetivos. No es como si la religión impusiera sus creencias, sino que ayuda a guiar la razón hacia el descubrimiento de los principios éticos. Por tanto, observaba el Papa, la religión necesita la asistencia de la razón para guardarse de formas distorsionadas de religión, como el sectarismo y el fundamentalismo.

La religión tiene un papel legítimo en la vida pública, indicaba el Pontífice, y no debería ser marginada. "Este es el porqué sugeriría que el mundo de la razón y el mundo de la fe - el mundo de la racionalidad secular y el mundo de la creencia religiosa - necesita uno del otro y no deben temer entrar en un profundo y constante diálogo, para el bien de nuestra civilización", concluía. Sólo unos días después, Benedicto XVI había expresado puntos de vista similares al nuevo embajador alemán. En su discurso del 13 de septiembre, el Papa observaba que, si se abandona la fe en un Dios personal, la diferencia entre el bien y el mal se oscurece. Esto conduce a que las acciones se dirijan por consideraciones de interés personal y poder político.

Fundamentos de la relación fe cristiana y política Los cristianos convencidos dan testimonio a la sociedad de que es legítimo un orden de valores. En este sentido, el cristianismo tiene un papel fundamental, "al poner los fundamentos y formar las estructuras de nuestra cultura", explicaba el Papa. Lamentaba la creciente tendencia a eliminar los conceptos cristianos de matrimonio y de familia de la conciencia de la sociedad. El Papa señalaba que la Iglesia no puede dar su aprobación a iniciativas legislativas que aprueben modelos alternativos a la vida matrimonial y familiar. Haciendo referencia al campo de la biotecnología y la medicina, afirmaba que lo que se necesita es una cultura de la persona fundada en la ley natural que proteja y defienda contra las violaciones de la dignidad humana.

Este sólido fundamento proporciona una defensa contra la tendencia al relativismo, un peligro contra el que el Papa ha advertido en numerosas ocasiones. Volvía a hablar sobre esto en un discurso el 8 de septiembre a los miembros de la Mesa de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Es imprescindible, declaraba, defender la validez universal del derecho a la libertad religiosa. Si los valores, derechos y deberes no tienen un fundamento objetivo racional, no pueden ofrecer una guía a las instituciones internacionales. La fe cristiana es una fuerza positiva en la búsqueda de una fundamentación para estos derechos en la dignidad natural de la persona, ayudando a la razón a buscar una base para esta dignidad, comentaba el Papa. La contribución de la religión

En estas últimas declaraciones sobre el papel de la religión en la política el Papa ha hecho referencia a su encíclica de 2009 "Caritas in veritate". En aquel documento rechazaba que la afirmación de que la Iglesia interfiere en la política: "Tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia a favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación" (número 9). Refiriéndose al desarrollo de las naciones, Benedicto XVI denigraba la promoción de la indiferencia religiosa o el ateísmo como algo que obstaculiza nuestro verdadero desarrollo, porque hace imposible que los países se beneficien de vitales recursos espirituales y humanos.

Los países desarrollados económicamente exportan en ocasiones su visión reductiva de la persona humana a los países pobres, señalaba. Si la sociedad prescinde de la aportación de la religión, puede caer en el error de prestar demasiada atención a las preguntas sobre "cómo", y no el suficiente a las muchas cuestiones del "por qué" que subyacen a la actividad humana, advertía el Papa.

"Cuando predomina la absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios, el empresario considera como único criterio de acción el máximo beneficio en la producción; el político, la consolidación del poder; el científico, el resultado de sus descubrimientos" (número 71).

Para evitar esto es necesario que el cristianismo tenga un lugar en la vida pública y que se unan razón y fe, purificándose una a la otra, explicaba el Papa (número 56). Si no tiene lugar este diálogo la humanidad pagará un enorme precio. Algo digno de recordar la próxima vez que alguien diga que la religión debe quedarse fuera de la política.