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viernes, 11 de marzo de 2011

PERTURBACIÓN MENTAL E IDEOLOGÍA DE GÉNERO

PERTURBACIÓN MENTAL E IDEOLOGÍA DE GÉNERO

Por: Fernando Paz

Publicado en Alba
Tomado de: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=14288


Todos hemos oído hablar de ideología de género y de feminismo, pero ¿sabemos qué dicen sus principales teóricos? ¿sabemos siquiera quiénes son estos?

La ideología de género y el feminismo recogen la herencia ideológica de la ominosamente naufragada lucha de clases, esta vez en forma de lucha de sexos. La ideología de género afirma que la distinción entre hombres y mujeres es puramente social y rechaza la idea de que el ser humano sea una construcción cultural que se erige sobre una realidad natural que le precede. La evidencia de una sexualidad previa a la construcción cultural y a la asignación de roles sociales no les disuade en absoluto de sus apriorismos y prejuicios.

En su enloquecido imaginario, la realidad no es más que una construcción puramente subjetiva que cada cual puede proyectar desde las fibras más íntimas de su propia voluntad. En todo caso, cuando colisionan realidad y voluntad, tal y como expresó Lenin, “peor para la realidad”.

Los precursores

En esa apelación a la voluntad pareciera resonar un nítido eco nietzscheano. Y, en efecto, así es. Al menos para la destacada feminista española Amelia Valcárcel, quien reivindica explícitamente al filósofo alemán por execrar un cristianismo que ha elaborado una moral social frente al derecho individual a la propia moral. Rebasando incluso los límites del relativismo convencional, Valcárcel habla del “derecho al Mal”.

Desde luego, no cabe duda de que Nietzsche es el precursor de una ideología que comienza por proclamar la primacía de la voluntad sobre todas las cosas, explicitando un rechazo absoluto a toda moral fundamentada en el amor y la misericordia. Sobre esta negación básica levantan los teóricos de género y feministas su edificio ideológico. Así, el “rechazo de la dulzura” de Valcárcel termina desembocando en la afirmación de Bataille de que el erotismo, lejos de ser una expresión de amor, no es sino “puro odio”.

Como adecuado precursor, no olvidemos que Nietzsche terminó sus días en un largo peregrinaje de una clínica psiquiátrica en otra y al cuidado de sus familiares -refugiado en su piedad-, aquejado de una enfermedad mental manifestada a los 44 años de la que aún hoy se ignora en qué medida pudo haber afectado al conjunto de su obra.

Pero si hablamos de liberación sexual hay que citar a Wilhelm Reich, una de las deudas intelectuales más reconocidas por los teóricos de la despatologización de todo comportamiento sexual. Masturbador compulsivo desde su más tierna infancia, Reich desarrolló un particular odio a la familia como proyección de la angustia que sentía por la suya; su madre se había suicidado a causa de la revelación a su marido de las relaciones que ella mantenía con un menor de 13 años. El informante había sido el joven Wilhelm. De ahí nació un trauma insuperable que, en una transferencia de la culpabilidad a su padre, cuajó en un frenesí anti-patriarcal que ya no encontraría freno.

Su proclamado objetivo fue la destrucción de la moralidad, la familia y de toda forma de represión. De hecho, el pequeño infante Wilhelm solía practicar el bestialismo con los animales de la granja familiar, lo que le convirtió algunos años después en un asiduo visitante de burdeles. Las casas de lenocinio, sin embargo, dejaron de hacérsele imprescindibles cuando abrió una exitosa clínica psicoanalítica en Berlín, pronto acusada de simple tapadera de las más variadas perversiones sexuales.

Expulsado del Partido Comunista Alemán –al que pertenecía desde 1930-, marchó a vivir a EE.UU. donde en la década de los cincuenta perpetró un fraude masivo que dio con sus huesos en prisión. Una vez allí, fue redirigido a la penitenciaría psiquiátrica, donde moriría diagnosticado de paranoia y esquizofrenia progresiva.

Otro de los principales teóricos del pansexualismo hedonista fue Alfred Kinsey, que se convirtió en la figura central de la revolución sexual del siglo XX. Kinsey y su esposa construyeron una utopía sexual en la universidad de Indiana en la que, junto a numerosos profesores progresistas, dieron rienda suelta a todo tipo de perversiones, entre ellas las más extremas prácticas sadomasoquistas. En poco tiempo, la homosexualidad se extendió a todo el círculo en torno a Kinsey, y más tarde, en busca de novedades suficientemente estimulantes, aparecieron las prácticas pedófilas y zoófilas.

Kinsey utilizó métodos clamorosamente fraudulentos para demostrar que la sexualidad considerada por la sociedad como “invertida” era, en realidad, normal. Aunque ha sido denunciado repetidas veces como falsario, durante mucho tiempo fue citado como “el mayor científico sexual del siglo XX”.

Igual que Reich, desde su infancia se manifestó un masturbador compulsivo con tendencia al bestialismo. Pederasta confeso, utilizó el pretexto científico como justificación de una perversidad que jamás encontraba satisfacción.

Los contemporáneos

De entre quienes destacaron tras la IIGM, podemos mencionar en primer lugar al confeso admirador del marqués de Sade Georges Bataille. Inclinado originariamente hacia la Iglesia católica (llegó a considerar hacerse sacerdote) terminó concluyendo que sus iglesias eran “los burdeles de París”.

Pero Bataille fue más allá, mucho más allá. Partidario del satanismo orgiástico, propagó las bondades de los sacrificios humanos rituales y fundó una sociedad secreta (“Acephale”) para llevar a cabo este tipo de actos. Curiosamente no faltaron voluntarios para ser inmolados, aunque sí para llevar a cabo los crímenes.

Bataille es el teórico del “erotismo narcisista”, basado en la consideración de que “el hombre soberano es un asesino en potencia”. Por tanto, el sadismo sexual es la consecuencia más depurada de la sexualidad. Para el feminismo radical y los teóricos del género, Bataille representa la inserción “del olvidado tema del placer en la lógica de la lucha de clases”. A través de Bataille la ideología de género considera que el placer es, en realidad, equivalente a la trasgresión. Como es de suponer, sobre el estado mental de Bataille se han vertido todo tipo de opiniones.

Uno de los autores más reputados de entre los ideólogos de género -y admirador de Bataille, aunque ha superado a éste con creces-, es Michael Foucault, quien también reclamaba una filiación espiritual con el marqués de Sade. Nietzscheano y homosexual obseso, Foucault creó una obra dependiente de modo extraordinariamente visible de sus propias vicisitudes personales.

Foucault, también militante del Partido Comunista durante unos años (etapa que él mismo consideró como “el camino hacia la filosofía”) fue iniciado en los EE.UU. en el sadomasoquismo homosexual y en el consumo masivo de drogas de todo género, y se ha convertido en el referente intelectual de homosexuales, bisexuales, transexuales y lesbianas. Es, probablemente, el más considerado de todos los filósofos de género. Sobre su estado mental, baste decir que en sus años más jóvenes llevó a cabo varias tentativas de suicidio. Además, hay testimonios de que perseguía a sus compañeros con una daga en la mano, y concibió un intenso odio por su cuerpo que le condujo a tratar de despellejarse con una cuchilla de afeitar. En alguna ocasión compró una soga para ahorcarse.

Murió de SIDA en 1984, después de haber sufrido un grave accidente de tráfico causado por su politoxicomanía.

Las contemporáneas

No existe un solo creador de la ideología de género o del feminismo en sentido estricto, sino que ambos paradigmas se han ido construyendo a partir de aportaciones relativamente diversas. Pero sí podemos recorrer las ideas comunes que caracterizan las formulaciones feministas y relacionarlas con las protagonistas.

La fundadora del más universal de los lobbys abortistas del mundo, Planet Parenthood, fue Margaret Sanger, quien se entregó al goce sexual tan obsesivamente que se desentendió de sus propios hijos. Sanger identificó la ruptura de la moral tradicional con una apasionada defensa de la eugenesia, y proclamó como algo específicamente femenino “el derecho a destruir”. Tras una turbulenta vida que incluyó nupcias con un multimillonario, terminó sus días en un delirio alcohólico que le condujo al internamiento en una clínica.

Bisexual fue Margaret Mead, que elaboró uno de los fraudes de más largo recorrido de la historia, el de la idílica Samoa virgen en la que el sexo se disfrutaba en una suerte de paraíso libre de los complejos de culpa judeo-cristianos. El sonrojante descubrimiento de tal mistificación –la samoana era, en realidad, una sociedad notoriamente represiva- no ha obstado para que su nombre esté ligado a una credibilidad incomprensible. Cuando sintió la muerte cercana, pese a todo su pretendido cientifismo, no dudó en recurrir a un curandero.

Una de las principales feministas ha sido Shulamith Firestone, quien hizo de la supresión de la familia su objetivo prioritario. Para Firestone, la maternidad representa “la opresión radical” que sufre la mujer, “la servidumbre reproductiva determinada por la biología”. La autora de “La dinámica del sexo” manifestó una enfermedad cerebral en 1970 y actualmente está internada en una clínica psiquiátrica.

Otra de las grandes es Kate Millet, fervorosa militante maoísta casada con un japonés y devenida en lesbiana tardíamente; lesbianismo a modo de compromiso político, fiel al concepto genuinamente feminista de que “lo privado también es político”. El tiempo no ha aminorado la radicalidad de sus postulados. En la primavera del 2010 estuvo en Madrid, donde entre varias perlas dejó la de que “una moneda puede hacer descarrilar un tren, pero aseguraos de que no es en el que vais vosotras”. El deterioro mental que le aqueja la ha conducido primero a una institución psiquiátrica y después la ha arrastrado a la tentación suicida. La propia Millet ha pedido que no se la deje sola pues, de otro modo, terminará quitándose la vida. En el progre mundo universitario de los EE.UU. ninguna universidad ha querido contratarla.

Una de las amigas de Millet era Elizabeth Fischer -bohemia radical de Greenwich Village que fundara Aphra, el primer periódico literario feminista-, que terminó suicidándose, como lo hizo otra persona de su entorno, Maria del Drago. Así mismo la conocida autora feminista Ellen Frankfurt, quien se suicidó en 1987, con 50 años.

Entre las más importantes de finales del siglo XX se encuentra Germaine Greer, un claro exponente de la viva contradicción radical, autora de La mujer eunuco, obra en la que se absolutiza el valor del orgasmo, especialmente el clitoriano. Greer ha terminado abominando de algunos de los postulados clásicos del feminismo, valorando la familia e incluso la castidad, a la vez que se casaba con un transexual. Por otro lado, su estilo algo más camp le ha llevado a participar en la edición inglesa de Gran Hermano. Un apropiado final, sin duda.





domingo, 6 de marzo de 2011

Teólogos disidentes y ambiguos

Teólogos disidentes y ambiguos
Por: P. José María Iraburu
Fuente: Blog “Reforma o Apostasía”



–Es usted implacable.

–Si un cristiano no defiende la fe católica con todas sus fuerzas, pudiendo hacerlo, es que no tiene vergüenza.

La disidencia teológica posterior al Vaticano II se inaugura sobre todo después de la Humanæ vitæ (1968). No voy a describir aquí la crisis de la Humanæ vitæ, ni tampoco quiero recordar la posición lamentable que mantuvieron entonces algunas Conferencias episcopales. Solo traeré como ejemplo un caso, el de Washington, especialmente significativo. George Weigel, famoso por su biografía de Juan Pablo II, cuenta detalladamente cómo se vivió la crisis en esa archidiócesis de Estatos Unidos, y concretamente en su Catholic University of America, donde, ya antes de publicarse la encíclica, se había centrado la impugnación habitual del Magisterio (El coraje de ser católico, Planeta, Barcelona 2003,73-77).

«Tras varios avisos, el arzobispo local, el cardenal Patrick O’Boyle, sancionó a diecinueve sacerdotes. Las penas impuestas por el cardenal O’Boyle variaron de sacerdote a sacerdote, pero incluían la suspensión del ministerio en varios casos». Los sacerdotes apelaron a Roma, y la Congregación del Clero, en abril de 1971, recomendó «urgentemente» al arzobispo de Washington que levantara las aludidas sanciones, sin exigir de los sancionados una previa retractación o adhesión pública a la doctrina católica enseñada por la encíclica. Esta decisión, inmediatamente aplicada, fue precedida de largas negociaciones entre el Cardenal O’Boyle y la Congregación romana.

«Según los recuerdos de algunos testigos presenciales –sigue Weigel–, todos los implicados [en la negociación] entendían que Pablo VI quería que el “caso Washington” se zanjase sin retractación pública de los disidentes, pues el papa temía que insistir en ese punto llevara al cisma, a una fractura formal en la Iglesia de Washington, y quizá en todo Estados Unidos. El papa, evidentemente, estaba dispuesto a tolerar la disidencia sobre un tema respecto al que había hecho unas declaraciones solemnes y autorizadas, con la esperanza de que llegase el día en que, en una atmósfera cultural y eclesiástica más calmada, la verdadera enseñanza pudiera ser apreciada».

Primero fue la disidencia tolerada. Casos como éste, y muchos otros análogos producidos sobre otros temas en la Iglesia Católica, enseñaron a los Obispos, a los Rectores de seminarios y de Facultades teológicas, así como a los Superiores religiosos, que en la nueva situación creada no era necesario aplicar las sanciones previstas en la ley canónica a quienes en docencia, predicación o catequesis se opusieran al Magisterio apostólico de la Iglesia (Código de Derecho Canónico c.1371). Más aún, todos entendieron que era positivamente inconveniente defender del error al pueblo cristiano, aplicando estas sanciones, pues ello ocasionaría escándalos o al menos tensiones y conflictos en la convivencia eclesial.

También los teólogos aprendieron con estos acontecimientos que era posible impugnar públicamente temas graves de la doctrina católica sin que ello trajera ninguna consecuencia negativa. La presunta licitud de la disidencia corrió por los ambientes universitarios y pastorales de la Iglesia como una buena nueva.

Yo conocí personalmente en ese tiempo el caso de un profesor de teología moral que, al publicarse la encíclica Humanæ vitæ, resolvió en conciencia abandonar la enseñanza en su Facultad de Teología. Pero poco más tarde decidió continuar en la docencia, al comprobar que estaba permitido disentir públicamente de la doctrina de la Iglesia.

Poco después vino la disidencia privilegiada. Al menos dentro de ciertos límites, la disidencia teológica pasa muy pronto de ser tolerada a ser privilegiada en muchos medios eclesiales. En ellos es difícil que un teólogo sea prestigioso si no disiente más o menos, siquiera en algo, de «la doctrina oficial» de la Iglesia. El teólogo fiel a la doctrina de la Iglesia es allí estimado como seguidor de una teología caduca, superada, meramente repetitiva, ininteligible para el hombre de hoy, creyente o incrédulo. Por el contrario, el haber tenido «conflictos con la Congregación de la Fe, el antiguo Santo Oficio», marca en el curriculum de los autores un punto de excelencia.

El P. Häring (1912-1998), por citar el ejemplo de un disidente próspero, se jubiló como profesor de la Academia Alfonsiana en 1987. Todavía en 1989, exigía que la doctrina católica sobre la anticoncepción se pusiera a consulta en la Iglesia, pues acerca de la misma «se encuentran en los polos opuestos dos modelos de pensamiento fundamentalmente diversos» (Ecclesia 1989, 440-443). Y aún tuvo ánimo, en edad tan avanzada, para arremeter con todas sus fuerzas contra la encíclica Veritatis splendor (1993), especialmente en lo que ésta se refiere a la regulación de la natalidad: «no hay nada […] que pueda hacer pensar que se ha dejado a Pedro la misión de instruir a sus hermanos a propósito de una norma absoluta que prohibe en todo caso cualquier tipo de contracepción» (The Tablet 23-X-1993). En la conmovedora página-web que la Academia Alfonsiana dedica a Bernard Häring como memorial honorífico, mientras se escucha el canon de Pachelbel, puede conocerse que a este profesor «le llovieron honores y premios» de todas partes, y que «es considerado por muchos como el mayor teólogo moralista católico del siglo XX».

Otro caso notable de disidente próspero es el de E. Schillebeeckx, que, después de ser amonestado por la Congregación de la Fe en varias ocasiones (1979, 1980, 1986), publica años más tarde una antología de sus errores en el libro Soy un teólogo feliz (Sociedad Educación Atenas, Madrid 1994).

Y donde se permite la disidencia, se persigue la ortodoxia. Ésta es una norma que no falla: la vemos aplicada siempre. Tiempos recios en la historia de la Iglesia, en los que «teólogos» dura y largamente enfrentados con el Magisterio apostólico son considerados por muchos como los mejores del siglo. Tiempos recios, en los que la fidelidad estricta a la doctrina católica puede llegar a ser una condición desfavorable o excluyente para enseñar en un Seminario o en una Facultad del Occidente ilustrado. «Tiempos recios», en la expresión de Santa Teresa.

¿Cómo está la Iglesia católica allí donde servir a la verdad de la fe y defenderla es para los teólogos sumamente arduo y peligroso, mientras que callar discretamente ante errores y abusos es condición para «guardar la propia vida» académica en la paz y la estima general? Un cierto grado de disidencia o al menos de tolerancia activa o pasiva hacia teologías disidentes ha sido durante decenios un pasaporte absolutamente exigido en muchos medios académicos. Y por supuesto, en las Iglesias enfermas de disidencia liberal, sufren ese mismo calvario los Obispos, presbíteros, los religiosos y los laicos, que son fieles a la ortodoxia católica.

¿Cómo está la Iglesia allí donde un grupo de laicos que crea en la doctrina católica sobre Jesucristo, la Virgen, los ángeles, la Providencia, la anticoncepción, el Diablo, etc., y se atreva incluso a «defender» estas verdades agredidas por otros, sea marginado, perseguido y tenido por integrista?… Describir aquí, por ejemplo, el calvario inacabable que en algunas Diócesis pasan ciertos grupos de laicos que pretenden difundir, según es voluntad de la Iglesia, los medios lícitos para regular la natalidad, excede nuestro ánimo. Se ven duramente resistidos, marginados, calumniados. Mientras otras obras, quizá mediocres y a veces malas, son potenciadas, ellos están desasistidos y aparentemente ignorados por quienes más tendrían que apoyarles. Es norma fija: donde se valora la disidencia, se persigue la ortodoxia.

Existe hoy una teología que no es teológica. Puede un profesor de teología –se dicente «teólogo»– discurrir sobre temas teológicos, escribir y hablar de ellos con erudición y con terminología teológica y, sin embargo, no hacer realmente teología. En efecto, la teología es obra que la razón produce a la luz de la fe (ratio fide illustrata), y que «se apoya, como fundamento perdurable, en la Escritura unida a la Tradición» (Vat.II, Dei Verbum 24). Y «la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia están unidos de tal modo que ninguno puede subsistir sin los otros» (ib. 10). Eso significa que no es propiamente teología aquella «teología» que desarrolla su pensamiento al margen o en contra de Escritura, Tradición y Magisterio apostólico. Podrá ser teodicea, teología protestante –el libre examen luterano– o simplemente ideología. Y es posible, incluso, que la palabra gnosis sea la más indicada para referirse a ella.

Ambigüedades y eufemismos. La disidencia actual respecto a la doctrina de la Iglesia algunas veces es patente, pero con más frecuencia la disidencia se expresa en modos ambiguos, eufemísticos, indirectos, implícitos. Los ejemplos podrían multiplicarse. En una Asamblea católica del más alto nivel, el Grupo B declara: «El Grupo se adhiere sin reservas a la Humanæ vitæ, pero cree que haría falta superar la dicotomía entre la rigidez de la ley y la ductilidad de la pastoral». Traducido: el Grupo no se adhiere a la encíclica aludida, o se adhiere con hartas reservas, y aconseja o exige que se ponga fin a la dura intransigencia de la doctrina conyugal católica.

Una cosa es lo que se dice, y otra lo que se quiere decir, que es lo que de hecho va a ser entendido por el oyente o lector. Pondré otro ejemplo, esta vez sobre el tema delicadísimo de la historicidad de los Evangelios. Un eminente exegeta, dice en una entrevista: «Llegué a la conclusión de que, si bien los Evangelios no son históricos en el sentido moderno de la historia, sin embargo resulta imposible, sin ignorar una serie de evidencias, contradecir la verdad histórica del mensaje de Cristo».

Que el sentido de la historia no es el mismo en Jenofonte y en Toynbee, pongamos por caso, es una afirmación obvia. Ha de suponerse, pues, que lo que quiere decir este eclesiástico eminente no va por ahí. ¿No interpretarán los lectores, según eso, que a su entender los Evangelios no son históricos, aunque su mensaje sí lo es? Es decir, ¿no estará diciendo que no son históricos los hechos que los Evangelios narran, o buena parte de ellos, sino el mensaje que por ellos se transmite?… El tal exegeta no tendrá, pues, razón para enojarse si muchos interpretan de este modo sus palabras, que serían ciertamente contrarias a la doctrina de la Iglesia, pues ésta «ha defendido siempre la historicidad de los Evangelios» (Vaticano II, Dei Verbum 19; Catecismo 126; 514-515). No podrá alegar que sus palabras han sido objeto de una interpretación temeraria o abusiva.

En la antigüedad cristiana los errores se proponen con ingenua claridad. No existiendo todavía un cuerpo doctrinal católico bien definido, hay una correspondencia patente entre lo que dicen quienes los difunden y lo que piensan. A medida, por el contrario, que la doctrina católica se va definiendo más y más, aquellos que contrarían la doctrina de la Iglesia –como los jansenistas o los modernistas– se ven obligados a expresar su pensamiento con palabras mucho más cautelosas y encubiertas. Hoy, pues, los errores rara vez son expresados en forma patente. Casi siempre se difunden a través de un lenguaje deliberadamente impreciso, ambiguo y eufemístico, en el que quizá podría ser aceptable lo que se dice, pero no lo que se quiere decir, que es lo que realmente se dice.

No es, por lo demás, ninguna novedad que los lobos se vistan «con piel de oveja» (Mt 7,15). Pero el Señor y sus Apóstoles nos tienen ya muy avisados: «son falsos apóstoles, que proceden con engaño, haciéndose pasar por apóstoles de Cristo. Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz» (2Cor 11,13-14).



viernes, 4 de marzo de 2011

LOS PEDOFILOS QUE LOS "PROGRES" NO DENUNCIAN

LOS PEDOFILOS QUE LOS "PROGRES" NO DENUNCIAN
Por: JEAN-YVES LE GALLOU
Tomado de: Polémia


Los pedófilos que los ‘progres’ no denuncian (i): Cohn-Bendit, el líder del Mayo francés

El ogro pertenece al imaginario europeo. A través de las leyendas y los cuentos, el ogro simboliza el monstruo frente al cual hay que proteger a los niños: el ogro es el adulto pedófilo que abusa sexualmente de menores de edad o les hace perder su inocencia.

Las confesiones del ogro

Daniel Cohn-Bendit se jactó de ser uno de ellos cuando trabajaba como monitor en una guardería alternativa de la Universidad de Frankfurt. En un texto autobiográfico, El Gran Bazar, habla de sus prácticas: “Ocurrió varias veces que algunos niños me abrieran la bragueta. Reaccioné de diferentes maneras, según las circunstancias, pero el deseo de aquellos niños me planteaba un problema. Yo les preguntaba: ¿por qué no jugáis juntos?, ¿por qué me elegís a mí y no a los otros niños? Pero, si insistían, de todos modos los acariciaba”.

El periódico El Observer encontró incluso un texto escrito por él mismo en un periódico alternativo de Frankfurt en 1976: “Mi permanente coqueteo con estos niños adquirió de pronto una tonalidad giro erótica. Podía sentir perfectamente cómo las niñas de cinco años habían aprendido a excitarme. ¡Es casi increíble! La mayoría de las veces yo estaba un poco desarmado. (…) Me ha ocurrido varias veces que algunos niños me hayan abierto la bragueta y hayan empezado a acariciarme. Dependiendo de las circunstancias he reaccionado de diferentes maneras. Cuando lo querían, les he acariciado. Por ello se me ha acusado de perversión.”

Esta actitud habría tenido que descalificar para siempre a Cohn-Bendit. Sin embargo, cuando François Bayrou habló brevemente estos hechos, respondiendo líder de los Verdes, que pretendía darle lecciones de… moral, se originó un gran escándalo mediático, no en contra de Cohn-Bendit, sino en contra del propio François Bayrou.

La presentadora de France 2, Arlette Chabot, icono conformista y feminista favorable a las minorías sexuales, acudió en ayuda de un desesperado Cohn-Bendit y le exigió a Bayrou que volviera al tema de la elecciones europeas y no se aprovechara de su ventaja sobre Cohn -Bendit. E incluso antes de emitir la emisión previamente grabada, la clase político-mediática dominante lanzó una campaña contra un Bayrou que había hecho “saltar los fusibles” y que, según Le Monde, “había llevado la campaña electoral fuera del curso que le corresponde”.

Está claro: queda prohibido atacar en los medios de comunicación a Cohn-Bendit: la vieja momia del sesenta y ocho y el ecologista son especies electorales protegidas…

El ogro gordito de la ideología dominante

Principal figura de mayo del 68, Cohn-Bendit es el arquetipo de los defensores de la ideología impuesta por la tiranía mediática:

–Es partidario de romper con las tradiciones (en nombre de tal ruptura pretende, por lo demás, haber teorizado las relaciones sexuales entre niños y adultos como simples “provocaciones” destinadas a “chocar al burgués”.

–Es partidario del “mundialismo”.

–Es partidario del antirracismo en la estela de las consignas de 1968: “Todos somos judíos alemanes”, “Franceses/inmigrantes: ¡un mismo combate!

–Libertario convertido en liberal, le da un simpático toque “de izquierdas” al liberalismo mundialista.

Miembro desde hace quince años del Parlamento Europeo, ha servido con constancia a la superclase mundial abogando por que se supriman las fronteras de Europa y se abran sus mercados y sus puestos de trabajo al resto del mundo.

En virtud de su pasado (“no se toca a un ex combatiente de Mayo del 68) y de los servicios que presta en la actualidad al mundialismo y al mundo de los negocios (cuidemos a nuestros “idiotas útiles”), se ha convertido en intocable.

Así, quien se ha situado, en virtud de sus propios escritos, en la categoría de los ogros es presentado a la opinión pública como un ángel regordete y bonachón.

Una bien orquestada complacencia mediática

Los medios de comunicación han promoivido tanto más fácilmente la lista de los ecologistas cuanto que se encontraba en la encrucijada de dos grandes fuerzas:

- Una fuerza ideológica, el mundialismo, que, frente a la crisis financiera, intenta recomponerse: la globalización ecológica sustituye a la económica; se trata ahora de defender el “planeta” para reactivar mejor la especulación financiera (la derechos sobre los carbonos) y la producción (coches no contaminantes, eficiencia energética de las viviendas, etc.).

- Una fuerza política, la UMP y Nicolas Sarkozy, ven en el movimiento ecologista de Cohn-Bendit un medio de debilitar a dos peligrosos competidores para las próximas contiendas electorales: el PS y, sobre todo, el MODEM de François Bayrou.

Esto explica por qué la radio y la televisión, tanto privadas como públicas, han desplegado toda su simpatía hacia el candidato Verde, defendiéndole todas juntas en unión frente a los legítimos ataques de François Bayrou.

Voto verde, voto refugio, voto “amable”

Aún así, el votante tenía que seguir, cosa nunca asegurada de antemano.

Sin embargo, el voto verde funcionó como un voto refugio: en lugar de no ir a votar. Si no estoy satisfecho con mi partido (en este caso, el PS) o con mi candidato (que no lo ha hecho bien), ¡entonces decido votar verde!

También es un voto “amable”: se trata de de pensar en el “planeta”; es algo que no te compromete mucho y es muy poco criticable. ¡He ahí un voto simpático y fácil de asumir para los pijos progres!

También es un voto cautivo del espíritu de los tiempos, fabricado por la omnipresencia en los medios del discurso del “recalentamiento” y del discurso ecológico.Las cuestiones ecológicas constituyen, por lo demás, auténticos y reales problemas, especialmente en la región de Ile-de-France, donde Cohn-Bendit ha obtenido más del 21% de los votos.

Es cierto que Ile-de-Francia tiene un doble problema de saturación: la saturación del transporte público y la de los espacios urbanos. Y esta situación empeora cada año debido a la instalación en Ile-de-France 80.000 inmigrantes adicionales (el 40% de las 200.000 entradas en Francia, el doble de la población de Mantes-la-Jolie). No son obviamente los ecologistas partidarios de abrir las fronteras quienes van a poder solucionar esta situación. Pero la lógica de un voto de inspiración mediática está constituida por la emoción y, por tanto, por la denegación de la razón.

jueves, 3 de marzo de 2011

El Nuevo Orden Mundial busca la desaparición de la Iglesia católica

El Nuevo Orden Mundial busca la desaparición de la Iglesia católica
Por: P. Juan Claudio Sanahuja
  


«El Nuevo Orden Mundial busca la desaparición de la Iglesia católica», dice un experto de la ONU

El único enemigo de esta ideología de género es la Iglesia, que afirma con rotundidad verdades que se contraponen a la nueva ideología y una nueva ética sin principios ni valores inmanentes e inmutables. Por eso la ética judeocristiana es incompatible con los nuevos paradigmas del NOM y la declaración de Benedicto XVI de los principios no negociables es todo un desafío para los grupos de presión feministas, homosexuales y abortistas.
-¿El lobby más peligroso?
-“El lobby gay que actúa dentro de la Iglesia”.

-El Gobierno español se vende a sí mismo como puntero en matrimonio homosexual, aborto y Alianza de Civilizaciones. ¿Se puede afirmar que España se ha convertido en la punta de la lanza del Nuevo Orden Mundial?

-Eso son temas geopolíticos que estaban en el ámbito internacional antes de Zapatero. Pero no es lo mismo una ONG o una indicación política de un organismo internacional que una sugerencia política de España que no se la ve como los centros de poder anglosajón.

-Se la ve como la madre patria.

-Bueno, ése es un concepto un poco pasado de moda, pero sí como un país amigo y afín. Y se plantean que si España lo hace, ¿por qué nosotros no?

-La ONU ha estado impulsando las políticas abortistas, feministas y rosas. ¿Qué cree que es mejor, tratar de mejorarla o de anularla?

-Tenemos que participar porque no se pueden dejar ámbitos sin tratar de influir en ellos aunque hayan sido creados por el enemigo. Eso sí, cuidando de no ser cómplices.

-¿Por ejemplo?

-Dando el consenso a algo que parece inofensivo, pero que tiene un trasfondo y un mensaje retorcido. Los famosos eufemismos.

-¿Por qué la presión para sacar a la Santa Sede de Naciones Unidas?

-Porque complica el panorama de los países que quieren imponer determinadas políticas. Ante la anticoncepción, aborto, perversión de derechos humanos, la Santa Sede es un escollo.

-Vayamos al aborto. Hay quien considera que el término “salud sexual y reproductiva” sería un término rescatable, aunque siempre se haya utilizado eufemísticamente como sinónimo de aborto.

-Nunca se pudo dar un buen sentido a la salud reproductiva. Nació como eufemismo de anticoncepción e incluso de aborto químico. La sexual vino después, y tampoco se le pudo dar nunca un buen sentido. Además, este año Hillary Clinton, en la reunión del G-8 en Canadá, dijo claramente que salud sexual y reproductiva incluye el aborto.

-¿Se puede decir que el derecho al aborto ya existe en documentos oficiales?

-En las recomendaciones y en las observaciones generales de los tratados de derechos humanos. Por ejemplo, la recomendación general 24/25 del Comité del Tratado de Eliminación de Toda Forma de Discriminación contra la Mujer. Ahí aparece el aborto como un derecho.

-¿Es una interpretación vinculante?

-Claro, porque se trata del comité que provee a los países signatarios de la llamada interpretación auténtica del texto de la convención.

-Vayamos a los nuevos derechos, los llamados derechos de segunda o tercera generación. Es el intento de la progresía de colar su ideología, pero ¿no hay nada salvable?

-Mire: dentro de los ocho Objetivos del Milenio para el Desarrollo, hay dos que hacen referencia al género y a la salud sexual y reproductiva, claramente antivida. Pero los otros seis, también, porque se interpretan todos en clave feminista, abortista o de cultura de la muerte.

-¿Por qué todas las compañías han comprado los Objetivos del Milenio?

-Las menos por complicidad; la mayoría porque es políticamente correcto, lo que manda la moda.

-¿Cree que las teorías de género son la última rebelión contra Dios?

-Depende de a quién se lo atribuyamos. En ámbitos de Naciones Unidas hay una abierta rebelión contra Dios. Pero para la mayoría es algo que marca los tiempos.

-Sí, pero ésos no son los que marcan la agenda.

-No. Para los que marcan la agenda, la destrucción de la Iglesia Católica es un imperativo porque es el único freno.

-Cambiemos de tercio. ¿Cree que la nueva religión mundial pretende sustituir el decálogo por un nuevo paradigma ético?

-Sí. Una religión de subjetivismo, de relativismo, que combate cualquier tipo de verdad no negociable. Y están infiltrando las religiones. También la Iglesia Católica.

-Terminemos con el futuro. ¿Qué es lo que nos viene?

-Una persecución a la Iglesia Católica o a los restos de quienes permanezcan fieles a la doctrina de la Iglesia. Para el Nuevo Orden, la desaparición de la Iglesia Católica es un imperativo.

-¿Cree que la Iglesia está preparada para esa batalla?

-Humanamente creo que una gran parte de la Iglesia no está preparada para esa batalla. Pero la Iglesia es antes que nada Esposa de Cristo y una realidad sobrenatural. Por eso el número de fieles o de jerarcas preparados para la batalla importa poco. Lo que sí sabemos es que a la larga vamos a ganar porque el triunfo está prometido.





LA ESCUELA DE FRANKFURT, BASES DE LA CRISIS DE VALORES EN EUROPA

LA ESCUELA DE FRANKFURT, BASES DE LA CRISIS DE VALORES EN EUROPA

Tomado de: www.pensamientodisidente.blogspot.com



"La civilización occidental está actualmente atravesando una crisis esencialmente diferente a cualquier otra experimentada en el pasado. Otras sociedades cambiaron sus instituciones sociales o creencias religiosas influenciados por alguna fuerza externa o el lento desarrollo del crecimiento interno de la misma. No obstante, ninguna, ni la nuestra, jamás se enfrentó con la posibilidad de una alteración fundamental de sus creencias e instituciones en las que se basa todo el tejido de la vida social... Se está desarraigando a la civilización desde sus cimientos en lo natural y en la tradición y se la está reconstruyendo sobre una nueva organización artificial y mecánica como una fábrica moderna." Christopher Dawson. Enquiries into Religion and Culture, p. 259.

Satanás se ocupa de mantener escondida la mayor parte de su obra en este mundo. Sin embargo, se lanzaron dos pequeños rayos de luz sobre su acción, según lo que creo, no hace mucho. El primero, un artículo breve de la revista Association of Catholic Women's (Asociación de Mujeres Católicas); el segundo, un comentario de un sacerdote en Rusia (lo que al principio me sorprendió), quien afirmó que ahora, en Occidente, vivimos en una sociedad Comunista. Estos destellos de luz ayudan, especialmente, a explicar la arremetida de funcionarios oficiales que en muchos países del mundo lograron, con tanto éxito, quitarles a los padres sus derechos de ser los primeros educadoes y protectores de sus hijos.

La revista ACW examinó el trabajo corrosivo de la Escuela de Frankfurt - un grupo de académicos que desarrollaron perspectivas altamente provocativas y originales en la sociedad y en la cultura contemporánea, recurriendo a Hegel, Marx, Nietzsche, Freud y Weber. No es que su idea de una "revolución cultural" fuera particularmente nueva. El Conde Joseph de Maistre (1753-1821), quien fuera masón durante quince años, escribió: "Hasta ahora, las naciones morían con las conquistas, es decir por las invasiones, pero aquí surge el gran tema: una nación puede morir en su propia tierra, sin llegar a reinstalarse en otro lugar y sin invasión, permitiendo que las moscas de la descomposición corrompan, desde la misma médula, aquellos principios originales y constitutivos que hacen a la esencia de lo que ella es".

¿Qué fue la Escuela de Frankfurt? Bueno, en los días posteriores a la Revolución Bolchevique en Rusia, se creía que la revolución de los trabajadores se extendería a Europa y, finalmente, a U.S.A.. Pero no fue así. Para fines de 1922 la Internacional Comunista (Komintern) comenzó a considerar las razones. Por iniciativa de Lenin se organizó una reunión en el Instituto Marx.Engels de Moscú.

La finalidad de la reunión era clarificar el concepto de una "revolución cultural marxista", y ponerlo prontamente en marcha. Entre los presentes se encontraba Georg Lukacs (aristócrata húngaro, hijo de un banquero, que se hizo comunista durante la Primera Guerra Mundial; buen teórico marxista, desarrolló la idea de "Revolución y el Eros" - instinto sexual usado como instrumento de destrucción) y Willi Munzenberg (cuya solución propuesta fue "organizar a los intelectuales y usarlos para pudrir la civilización occidental. Sólo entonces, luego de corromper todos los valores y hacer imposibles la vida, podemos imponer la dictadura del proletariado").

Ralph Toledano (1916-2007) - autor conservador y cofundador del National Review- comentó la mencionada reunión en los siguientes términos: "Fue quizás más perjudicial para la civilización occidental que la misma Revolución Bolchevique".

Lenin murió en 1924, sin embargo, para ese entonces, Stalin comenzó a ver a Munzenberg, Lukacs y a gente de similar pensamiento como "revisionistas". En junio de 1940, Münzenberg escapó al sur de Francia donde, bajo las órdenes de Stalin, un escuadrón de la muerte del NKVD lo capturó y lo colgó de un árbol.

Durante el verano de 1924, luego de que el V Congreso de la Internacional Comunista lo atacara por sus escritos, Lukacs se mudó a Alemania, donde encabezó la primera reunión de un grupo de sociólogos con orientación comunista, reunión que daría a luz la fundación de la Escuela de Framkfurt.

Esta "Escuela" (diseñada para poner en práctica su programa revolucionario) comenzó en la Universidad de Frankfurt, en el Institut für Sozialforschung. Para comenzar, Escuela e Instituto eran indistinguibles. En 1923 Felix Weil (1898-1975) funda el Instituto y lo establece oficialmente. Weil nació en Argentina y a los 8 años lo enviaron al colegio a Alemania. Asistió a las Universidades de Tübingen y Frankfurt, donde obtuvo un doctorado en ciencias políticas. Durante sus estudios en estas universidades comenzó a interesarse cada vez más en el socialismo y el marxismo. Conforme al historiador e intelectual Martin Jay, el tema de su tesis fue "los problemas prácticos de la implementación del socialismo".

Carl Grnberg, director del Instituto desde 1923 hasta 1929, fue un marxista confeso, a pesar de que el Instituto no tenía ninguna afiliación política oficial. No obstante en 1930, lo reemplazó Max Horkheimer que pensaba que las teorías de Marx debían ser la base de las investigaciones del Instituto. Cuando Hitler asume el poder, el Instituto se cerró y sus miembros escaparon a U.S.A. , por varias rutas y migraron a las universidades estadounidenses más importantes - Columbia, Princeton, Brandeis y California, en Berkeley.

La Escuela incluía entre sus miembros al gurú de la Nueva Izquierda de los años 60: Herbert Marcuse (a quien el Papa Pablo VI denunciaría por su teoría de la liberación que "dio lugar al libertinaje disfrazado como libertad"); a Max Horkheimer, Theodor Adorno, al popular escrito Erich Fromm, Leo Lowenthal, y Jurgen Habermas - quizás el representante más influyente de la Escuela.



Fundamentos, objetivos y prácticas de la "revolución cultural". Básicamente, la Escuela de Frankfurt creía que mientras el individuo tuviera la convicción - o incluso la esperanza de la Fe - de que el don divino de su razón podría resolver los problemas que enfrenta la sociedad, entonces, esa sociedad nunca alcanzaría el estado de desesperanza ni de alienación, los cuales son imprescindibles para iniciar la revolución socialista. Su objetivo, por lo tanto, consistía en demoler lo más pronto posible el legado cristiano. para ello, necesitaban ejecutar la crítica destructiva más negativa posible de cada una de las esferas de la vida, la que sería diseñada para desestabilizar a la sociedad y tirar abajo lo que ellos llaman el orden "opresor". Sus políticas, según esperaban, se difundirían como un virus - "continuando con el trabajo de los marxistas occidentales por otros medios", como lo señalara uno de los miembros. A los efectos de promover el avance de su "tranquila" revolución cultural - sin darnos, no obstante, idea alguna de sus planes para el futuro - la Escuela de Frankfurt recomendó (entre otras cosas):

1- La invención de delitos raciales.

2- El cambio contínuo para crear confusión.

3- La educación sexual y la incitación a la homosexualidad a los niños.

4- La destrucción de la autoridad de los colegios y profesores.

5- Grandes migraciones para destruir la identidad.

6- La promoción del consumo excesivo de bebidas alcohólicas.

7- El vaciamiento de las iglesias.

8- Un sistema legal desacreditado, con prejuicios contra las víctimas del delito.

9- Dependencia del Estado o de los beneficios del Estado.

10- Control y estupidización de los medios de comunicación.

11- Fomentar la desintegración de la familia.

Una de las ideas principales de la Escuela de Frankfurt consistía en explotar las ideas del "pansexualismo" de Sigmund Freud - búsqueda de placer, explotación de las diferencias entre sexos, quiebra de las relaciones tradicionales entre varón y mujer. Para promover sus objetivos, se proponían:

Atacar la autoridad del padre, negar los roles específicos paternos y maternos, y arrebatar a las familias sus derechos como principales educadores de sus hijos.

Eliminar las diferencias en la educación de los niños y de las niñas.

Suprimir todas las formas de dominación masculina.

Declarar que las mujeres son "la clase oprimida" mientras que los hombres "la opresora".

Munzenberg resumió la operación a largo plazo de la Escuela de Frankfurt de la siguiente manera:

"Corromperemos occidente de manera tal que apestará".

La Escuela sostenía que había dos tipos de revoluciones: la política y la cultural. La revolución cultural demuele desde adentro. "Las formas modernas de sujeción son marcadas con suavidad". Lo consideraban un proyecto a largo plazo y jamás perdían de vista el tema de la familia, la educación, los medios, el sexo y la cultura popular.