Existen muchos tipos de católicos, los más abundantes o mejor dicho la mayoría, son los católicos sociológicos, que son tales por la presión de la costumbre social o por tradición. Son aquellos que lo único que tienen de católicos es el nombre. Para ellos que fueron bautizados en la iglesia católica, es importante seguir en ella porque la vida tiene momentos donde hay que solemnizarla con ciertos ritos, como son: el matrimonio, el Bautismo de un hijo, la Primera Comunión, una Misa de difuntos, etc. Se dicen católicos ante la sociedad, pero no van a misa, no comulgan y ni se confiesan, simplemente viven su vida al margen de Dios, en un ateismo practico. No necesariamente son malas personas, incluso pueden llevar una vida ejemplar siendo honestos y responsables para con su familia y la sociedad. Sin embargo a este tipo de católicos les falta encontrar convicciones profundas a su identidad, tienen una pertenencia débil a la Iglesia, son meros simpatizantes, asistentes a ciertas ceremonias y nada más. Se dicen católicos, pero no saben qué significa eso realmente.
En la fauna de los católicos sociológicos, existen los católicos esporádicos: son los acuden a la fe y a la iglesia sólo cuando tienen problemas o están estresados. Los nominales: se limitan a poner una crucecita en el censo cuando les preguntan ¿cuál de estas es su religión? Los católicos anticatólicos: fueron bautizados pero odian al catolicismo. Los de "restaurante": escogen lo que les agrada de la fe y la doctrina y dejan lo que no les gusta o incomoda. Los católicos vacíos, se van, vienen, se vuelven a alejar, son aquellos que luego de hacer un retiro o una convivencia, quedan con todas las fuerzas y son los supercatólicos, pero cuando pasa el tiempo se van porque se aburren, no le encontraron el verdadero sentido a la fe y entonces, cuando no pasa nada extraordinario, se cansan; pero luego cuando se sienten mal, necesitan algo o los llaman, vuelven, pero tarde o temprano vuelan hacia el mundo. Los asistentes, se limitan a asistir a misa por costumbre o por obligación, y son enemigos de cualquier tipo de compromiso eclesial y aún de superación espiritual. El emocional, que reduce su fe a emociones, a sentimientos, al sentir bonito, a milagros, visiones, prodigios y portentos, (entre estos hay muchos carismáticos) pero su corazón sigue impermeable a la gracia santificante. Los animistas, tienen una mentalidad mágico-religiosa, se dicen católicos y son santeros, creen en “animas” de dudoso origen, usan amuletos, consultan horóscopos, acuden a brujos, espiritistas y hechiceros.
El común denominador del católico sociológico es en primer lugar, el desconocimiento o ignorancia profunda de los contenidos (doctrina) de la fe que dice profesar. En segundo lugar, la ausencia de una experiencia de encuentro con un Jesús resucitado que lo interpela y le dice: “ven, sígueme”. En tercer lugar, su condición de presa fácil, es decir, a este tipo de católicos es nada difícil convencerlos para que cambien de religión, ya que desconocen su fe. He traído a colación esta mínima clasificación, para comprender mejor a un conjunto variopinto de personas, fieles en la actualidad de algunas de las muchas sectas de origen protestante que se fundan en nuestra ciudad, y que afirman que en alguna oportunidad fueron católicos. Por lo tanto según ellos, son ex-católicos. Es frecuente escucharles expresiones como las siguientes: “cuando yo era católico” era borracho, adultero, ladrón, iracundo, corrupto, drogadicto, vicioso, “cuando yo era católico” nunca conocí al Señor, la iglesia no me dejo nada, en las misas me sentía vacío etc. Como si ese compendio de defectos y pecados fueran intrínsecos a la condición de católico.
Me pregunto, ¿en realidad fueron católicos conscientes de su fe? En mi modesta apreciación estas personas nunca fueron católicas, fueron si, católicos sociológicos, que es la gran mina o cantera que enriquece (literalmente) a estas sectas. Con pocas excepciones todos ellos pueden entrar en una de las clasificaciones antes mencionadas. Critican de la Iglesia lo que nunca se ocuparon de conocer. Odian una imagen deformada de la Iglesia que sus pastores (casi siempre ex-católicos) les han inculcado. Al cambiar de fe se hacen expertos en su propia ignorancia.
Deberían preguntarse en un ejercicio de honestidad espiritual e intelectual, si cuando decían que eran católicos se ocupaban de estudiar y conocer la doctrina cristiano-católica, si vivían su fe y sus compromisos bautismales, si la eucaristía (la Santa Misa) era el centro de su vida espiritual, si oraban de continuo, si peregrinaban en la conversión y la santidad, si practicaban la caridad fraterna, etc. Mucho me temo que nunca hicieron nada de lo anterior y en muchos casos hicieron lo contrario. Entonces no deberían seguir con la farsa de que eran católicos, porque en realidad eran nada, religiosamente hablando.
Al hacerse miembros de una secta solo transitaron en su vida espiritual, del ateismo práctico y el paganismo, al error protestante. Si hubieran sido CATÓLICOS habrían tendido decididamente a la Santidad en lo cotidiano, habrían asumido con plenitud la espiritualidad laical: oración, vida sacramental y dirección espiritual, habrían dado testimonio comprometido, siendo protagonistas en su ambiente, se habrían ocupado de su formación integral, habrían llevado una vida lo más coherente posible con la Fe que decían profesar, y que en definitiva es la búsqueda de imitar al Jesús, lo cual se traduciría en un compromiso por crecer en santidad personal, amor y conocimiento a la iglesia, mostrando con sus actitudes en cada momento que Jesús es el centro de sus vidas, y que pertenecen a la única Iglesia que Él fundó.
Si hubieran sido CATÓLICOS DE VERDAD no se habrían dejado engañar por las patrañas de falsos maestros, predicadores del “evangelio según san yo”, y con razones y argumentos habrían defendido la fe que se conoce y se ama. Ser CRISTIANO CATÓLICO es un privilegio y un compromiso. Hermano católico si eres de los sociológicos, te invito a cambiar, a dejar la flojera y pasar, del error a la verdad, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida, pero siempre en el Cuerpo de Cristo, en el regazo de la Madre, la Santa Iglesia Católica.
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