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miércoles, 28 de julio de 2010

Tiempo de definiciones


Tiempo de definiciones
Por: Marco A Di Rupo B



“He emitido opiniones con seriedad, expuesto a equivocarme, pero no he dicho mentiras. Mentir es decir algo que uno sabe falso como si fuera verdad. Opinar es emitir una apreciación con un margen de error. Con humildad pero con dignidad afirmo que no soy mentiroso”. Cardenal Jorge Urosa Sabino. Arzobispo de Caracas
La polémica suscitada en estos días entre el alto gobierno y la Iglesia Católica por las declaraciones del Cardenal Jorge Urosa Sabino, desde mi modesto punto de vista, ha sido beneficiosa tanto para los fieles católicos como para la sociedad venezolana en su conjunto. Monseñor Urosa ha expuesto sin vaguedades ni ambivalencias, la posición de la Iglesia venezolana con respecto al rumbo por el cual se pretende encausar los destinos de nuestra patria. Sin nada que temer, nuestros obispos en la persona del cardenal, nos alertan sobre los peligros que se ciernen sobre el modo de vida democrático que hasta ahora hemos llevado. Los últimos documentos emanados de la Conferencia Episcopal Venezolana: la Carta Pastoral sobre el Bicentenario de la Declaración de Independencia de la República y la Exhortación de la XCIV Asamblea Plenaria Ordinaria, han puesto sobre el tapete esta realidad, no con ánimos de confrontación sino como manifestación de una genuina preocupación por parte de nuestros obispos con respecto al futuro de la patria. Lo hacen porque es su derecho como venezolanos y su deber como pastores.

El comunismo en su versión tropical de socialismo del siglo XXI, ya no es una idea lejana o una realidad ajena a la cotidianidad del venezolano, sino la prédica cercana y los hechos actuales con los que se topa a diario. Las expropiaciones, las limitaciones a la libertad de expresión, los presos políticos, el asedio a la propiedad privada, la ideologización de la educación, los ataques a la Iglesia, el abuso de poder, definen claramente la tendencia totalitaria del actual régimen. Aunado a ésto tenemos a la vista, las lacras que vienen a ser las características de todo sistema comunista: ausencia de estado de derecho, la no independencia y separación de los poderes, la corrupción, la tergiversación de la historia, la exaltación mesiánica del líder, ineptitud en la gerencia publica, violencia institucionalizada, el acoso judicial y tributario y un largo etcétera. En este orden de ideas es donde debemos colocar las declaraciones del Sr. Cardenal Urosa Sabino, su posterior comparecencia en la Asamblea Nacional y los documentos recientes de la Conferencia Episcopal. En ellos se manifiesta la oposición activa de la Iglesia contra un proyecto de país que se propone como fin, entre otras cosas, la instauración de un socialismo de corte marxista-leninista.

La Iglesia Católica es anterior a cualquier partido político y trasciende a toda ideología. Como institución no tiene partido pero tiene el derecho y el deber de proponernos, primeramente a los fieles y luego a la sociedad en su conjunto, los principios éticos y morales que deben regir el orden social, sin que esto signifique mandar a votar por tal o cual candidato o partido.
“Quien les escucha a ustedes, me escucha a mí; quien les rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado." Lc. 10,16.
 Con sus recientes intervenciones nuestros obispos nos recuerdan que la Iglesia es Madre y Maestra y como tal debe iluminar la realidad nacional desde la perspectiva del evangelio. En relación al pueblo cristiano-católico ese doble oficio (maternal y magisterial) la lleva a despertar las conciencias adormecidas, a corregir, a exhortar, animar y educar a sus fieles en los valores cristianos. Salvando diferencias religiosas, culturales, políticas y sociales, los planteamientos de la jerarquía católica ante la situación nacional, parten de principios que emanan de la ley natural, grabados por Dios en el corazón del hombre y comunes a todos.

A la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, el comunismo y el socialismo en todas sus subespecies (aún ese engendro que llaman socialismo-cristiano), son incompatibles con la fe cristiana. ¿Por qué? Por su errada concepción del universo y del hombre, que alcanza y afecta a dos instituciones que son pilares de la civilización cristiana: el derecho de propiedad y la familia. Es negador de la libertad y por lo tanto de los derechos humanos, profundiza la exclusión étnica, política, social y económica; impone una ideología; obstaculiza de muchas formas la enseñanza de la religión en las escuelas; niega el derecho inalienable de los padres de familia a escoger el tipo de educación que, de acuerdo a sus convicciones, quieran para sus hijos; no busca el bien común sino concretar el proyecto unilateral y totalitario de un hombre y el provecho de sus partidarios; no combate la violencia, la injusticia institucionalizada, la discriminación política, la corrupción pública, y no trae nada creíble en favor de los más necesitados. Porque promueve en esencia, el odio, las divisiones, la lucha de clases, la guerra y el irrespeto por los Derechos Humanos y ataca directamente a la Iglesia Católica tanto en su jerarquía como en sus fieles.

Por eso el llamado de alerta de la Iglesia es para todos, debemos respaldar con nuestros votos el próximo 26 de septiembre, las virtudes humanas y cristianas, el respeto a los demás, la tolerancia, el diálogo, la verdad, la honestidad, la fidelidad a Dios y a la Patria, y el amor por la familia. Votando como católicos conscientes, demostramos con hechos nuestro espíritu de servicio a los demás y defendemos la dignidad de la persona humana, promoviendo la libertad y la democracia. Los cristianos-católicos debemos poner nuestro grano de arena para que se garantice la vigencia del estado de derecho exigiendo la aplicación de la ley, sin excepción de personas o de cargos y el respeto a la forma democrática de gobierno. Actuando así, demostraremos nuestra autonomía intelectual y moral frente a la demagogia izquierdista y los abusos del poder.

Al principio de este artículo afirmábamos que la polémica Iglesia-gobierno es beneficiosa, y lo es porque emplaza sin ambigüedades a todo católico a una gran definición: ser socialista o ser cristiano, ser chavista o ser católico, seguir la voz de Dios en su Iglesia o la de un hombre y sus caprichos. A muchos de nuestros hermanos quizás les cueste aceptar esto: que por encima de la propia vida, de la familia, de la patria, de la parcialidad política, están Cristo y su Iglesia y que si nos consideramos hombres y mujeres de fe debemos ser coherentes en nuestro actuar con las exigencias de la religión que decimos profesar, apartar el miedo, la pusilanimidad, la comodidad y los fanatismos particulares, con el fin de establecer los valores evangélicos en la sociedad en la cual vivimos. Ya para finalizar es bueno recordar las palabras de León XIII:
 
“Socialismo religioso, socialismo cristiano, son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero"


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