Extractos de la Carta Apostólica “El Santo Rosario de la Virgen María”
Por: S.S. Juan Pablo II
Tomado de: http://www.regnummariae.org/
“Tomad con confianza entre las manos el Rosario…convertíos en sus diligentes promotores. Que este llamamiento mío no sea en balde”. S.S. JUAN PABLO II
1. El Rosario de la Virgen Maria, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. Sigue siendo también en este Tercer Milenio, una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad.
2. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.
3. Con el trasfondo de las Avemarías del Rosario, pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. Los misterios del Rosario nos ponen en comunión vital con Jesús a trabes del Corazón de su Madre.
4. Recitar el Rosario, en efecto, es en realidad contemplar con Maria el rostro de Cristo. Nadie se ha dedicado como Maria, a la contemplación de Cristo.
5. La contemplación de Cristo tiene en Maria su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido de su vientre donde se ha formado, tomando de Ella una semejanza humana, que evoca una intimidad espiritual más grande todavía.
6. Los ojos del Corazón de Maria se concentran en Cristo ya en la Anunciación. En los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos e vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre. Desde entonces su mirada llena de adoración y asombro, no se apartara jamás de El. Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio del extravió en el templo; será en todo caso una mirada penetrante, capaz de leer en lo intimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como el Cana. Otras veces será una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz; la mirada de la parturienta que acoge al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella. En la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección, y por fin; una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés.
7. María vive mirando a Cristo y tiene en cuenta cada una de sus palabras. Los recuerdos de Jesús, impresos en su alma, la han acompañado en todo momento, llevándola a recorrer con el pensamiento los distintos episodios de su vida junto al Hijo. Han sido aquellos recuerdos los que han constituido el “Rosario” que Ella ha recitado constantemente en los días de su vida terrena.
8. Cuando recita el Rosario, la comunidad cristiana esta en sintonía con el recuerdo y con la mirada de Maria.
9. Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la “escuela de Maria” para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje.
10. En el Rosario nos encomendamos en particular, a la acción materna de la Virgen Santa. Ella es Madre de Cristo, y a la vez “Madre de la Iglesia”. Engendra continuamente hijos para el Cuerpo Místico de Cristo, y lo hace mediante su intercesión; implorando para ellos la efusión inagotable del Espíritu.
11. El Rosario nos transporta místicamente junto a Maria, dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo sea formado plenamente en nosotros.
12. En el Rosario, el camino de Cristo y el de Maria se encuentran profundamente unidos. ¡Maria no vive más que en Cristo y en función de Cristo!
13. La plegaria insistente a la Madre de Dios se apoya en la confianza de que su materna intercesión lo puede todo ante el corazón del Hijo. Ella es “Omnipotente por gracia”.
14. En el Rosario, mientras suplicamos a Maria, templo del Espíritu Santo, Ella intercede por nosotros ante el Padre que la ha llenado de gracia y ante el Hijo nacido de su seno, rogando por nosotros y con nosotros.
15. La historia del Rosario muestra como esta oración ha sido utilizada en momentos difíciles para la Iglesia. Hoy estamos ante nuevos desafíos. Porque no volver a tomar el Rosario con la fe de quienes nos han precedido.
16. La repetición del “Dios te salve, Maria”; se convierte también en constante alabanza a Cristo, termino ultimo del anuncio del Ángel y del saludo de Isabel.
17. María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos ante todo que el cristianismo es la “buena noticia”, que tiene su centro y su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo.
18. Todo el misterio de Cristo es luz. El es “la luz del mundo”. Pero esta dimensión se manifiesta sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia el Evangelio del Reino.
19. Los misterios del dolor llevan al creyente a revivir la muerte de Jesús, poniéndose al pie de la cruz junto a Maria, para penetrar con Ella en la inmensidad del amor de Dios al hombre y sentir toda su fuerza.
20. La contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de crucificado. “El es el Resucitado”. El Rosario ha expresado siempre esta convicción de fe, invitando al creyente a superar la oscuridad de la Pasión para fijarse en la gloria de Cristo en su Resurrección y en su Ascensión.
21. El Rosario ofrece el “secreto” para abrirse mas fácilmente a un conocimiento profundo y comprometido de Cristo. Podríamos llamarlo “el camino de Maria”. Es el camino del ejemplo de la Virgen de Nazaret, mujer de fe, de silencio y de escucha. Es al mismo tiempo el camino de una devoción mariana consciente de la inseparable relación que une a Cristo con su Santa Madre: los misterios de Cristo son también los misterios de su Madre, incluso cuando Ella no esta implicada directamente, por el hecho mismo de que Ella vive de El y por El.
22. Quien contempla a Cristo recorriendo las etapas de su vida, descubre también en El la verdad sobre el hombre. El Rosario ayuda a abrirse a esta luz. Siguiendo el camino de Cristo, el cual “recapitula” el camino del hombre, el creyente se sitúa ante la imagen del verdadero hombre. Contemplando su nacimiento aprende el carácter sagrado de la vida. Mirando la casa de Nazaret, se percata de la verdad originaria de la familia según el designio de Dios. Escuchando al Maestro en los misterios de su vida pública encuentra la luz para entrar en el Reino de Dios. Siguiendo sus pasos hacia el Calvario, comprende el sentido del dolor salvador. Por fin, contemplando a Cristo y a su Madre en la gloria, ve la meta a la que cada uno de nosotros esta llamado, si se deja transfigurar por el Espíritu Santo. De este modo, cada misterio el Rosario, bien meditado, ilumina el misterio del hombre.
23. Meditar con el Rosario significa poner nuestros afanes en los corazones misericordiosos de Cristo y de su Madre.
24. El Rosario se toma como expresión de amor que no se cansa de dirigirse hacia la persona amada; con manifestaciones que aunque parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto al sentimiento que las inspira.
25. Si la repetición del Avemaría en el Rosario, se dirige directamente a Maria, el acto de amor, con Ella y por Ella, se dirige a Jesús. La repetición favorece el deseo de una configuración cada vez más plena con Cristo. El Rosario nos ayuda a crecer en esta configuración hasta la meta de la santidad.
26. Repetir en el Rosario el Avemaría nos acerca a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento del milagro más grande de la historia. Es el cumplimiento de la profecía de Maria: “Desde ahora me llamaran todas la generaciones bienaventurada”.
27. La Iglesia ha visto siempre en el Rosario, una particular eficacia; confiando las causas más difíciles a su recitación comunitaria y a su práctica constante. En los momentos en que la cristiandad misma estaba amenazada, se atribuyo a la fuerza de esta oración la liberación del peligro y la Virgen del Rosario fue considerada como propiciadora de esta salvación.
28. Hoy deseo confiar a la eficacia de esta oración, la causa de la paz en el mundo y la de la familia.
29. El Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. La familia que reza unida, permanece unida. El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia.
30. La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús esta en el centro, se comparten con El las alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de El la esperanza y la fuerza para el camino.
31. Rezar con el Rosario por los hijos y con los hijos, educándolos desde su tierna edad para este momento cotidiano de “intervalo de oración” de la familia, es una ayuda espiritual que no se debe minimizar.
32. Queridos Hermanos y Hermanas: una oración tan fácil, y al mismo tiempo tan rica, merece de veras ser recuperada por la comunidad cristiana. HAGAMOSLO SOBRE TODO EN ESTE AÑO. Convertíos en sus diligentes promotores, después de vivir la experiencia personal de la belleza del Rosario.
33. Tomad con confianza entre las manos el Rosario, descubriéndolo de nuevo a la luz de la Escritura, en armonía con la Liturgia y en el contexto de la vida cotidiana. QUE ESTE LLAMAMIENTO MIO NO SEA EN BALDE.
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