¿Sola scriptura?
La autoridad de la Iglesia y el modelo protestante
Autor: Patrick Madrid
Fuente: http://www.es.catholic.net/
Si hay una noción de nuestra Iglesia Católica que nuestros hermanos separados no aceptan tan fácilmente, es la autoridad de la Iglesia. El protestantismo no acepta la noción de que los obispos en comunión con el Papa puedan interpretar aquello que dice relación con la buena y con la mala conducta moral.
Por esta razón, uno de los documentos del Vaticano II más controvertido en relación con las relaciones Iglesia-hermanos separados es la Constitución sobre la revelación divina, Dei Verbum, que dice: “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (10).
Esto resume lo que la Iglesia Católica enseña y lo que nuestros hermanos separados rechazan.
El punto de vista protestante, puede encontrarse en la Confesión de fe de Westminster, la profesión de fe calvinista, que dice: “La autoridad de la Sagrada Escritura, a la cual se debe creer y obedecer, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino exclusivamente de Dios, que es la verdad misma, el autor de ella, y luego debe recibirse porque es la Palabra de Dios. Podemos ser movidos o inducidos por el testimonio de alta y reverente estima de una iglesia por la Sagrada Escritura, pero en relación a nuestra completa persuasión y seguridad en la verdad infalible y de la autoridad divina se debe al trabajo interior del Espíritu Santo dando testimonio por y con la palabra en nuestros corazones”.
Con esto, los calvinistas y los protestantes en general, se autoimponían un dilema. En primer lugar, una reducción del conocimiento de lo que quiere decir la Sagrada Escritura, y el conocimiento de lo que es la Sagrada Escritura, es decir, el canon. La persona individual decide por sí misma cuál es el canon, según lo que cree ser la moción del Espíritu Santo.
Esto acarrea muchos problemas. Primero, ¿cómo puede un protestante decirle a un mormón, que no cree en la divinidad de Cristo, que el Libro del Mormón no debe ser admitido en el canon de las Escrituras? El Mormón cree que es la moción del Espíritu Santo lo que le mueve a aceptar el Libro del Mormón. Ningún protestante podría, según esta noción, hacer alguna objeción, porque él mismo sostiene que el canon “no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia”.
Segundo, sería contradictorio lo que los apologetas protestantes a menudo dicen sobre su versión del canon. Afirman que el conocimiento del canon, podría ser demostrado por algún Padre de la Iglesia que usaba el mismo canon o uno similar al de ellos. Apelando a un individuo, están apelando a la Tradición católica, aunque ellos digan que no la aceptan. Cuando algún no-católico apela a la antigüedad o a un Concilio Ecuménico o a la autoridad de un Padre de la Iglesia, puede ser interesante anotarle que aquel no tiene ningún otro medio para determinar cuál sería el canon de las Escrituras, a no ser confirmándolo con el testimonio de la Iglesia Católica. Esta es una poderosa prueba que el católico tiene en las manos a la hora de confrontar las opiniones sobre la Sagrada Escritura con un hermano separado.
Continúa la Confesión de Westminster:
“No todas las cosas de la Escritura se presentan con claridad para todos. Pero aquellas cosas que es necesario conocer, creer y observar para la salvación son propuestas de modo tan claro y abierto en algún lugar de la Escritura que no sólo los instruidos, sino también los ignorantes usando medios ordinarios, pueden entenderlas”. Es decir, cualquiera puede entender los elementos esenciales e importantes que se encuentran en la Sagrada Escritura.
Hay varias respuestas para este argumento. La primera es bíblica. En 2 Pe 1, 20-21 se dice “Tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios”. Con este texto San Pedro está finalmente diciendo que los que interpretan la Escritura de modo privado, lo hacen fuera de los confines de la Iglesia docente. Esto no quiere decir que los católicos no podamos leer la Biblia ni tener nuestras opiniones sobre lo que dice ni interpretarla. Pero siempre debemos someternos al Magisterio de la Iglesia.
¿Por qué debemos someternos a esa interpretación? La respuesta se encuentra dos capítulos más adelante en 2 Pe 3,16: “En ellas (los escritos de San Pablo) hay cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente -como también las demás Escrituras- para su propia perdición”.
Esta es una excelente cita para leerle al protestante que dice creer solamente en la Escritura, porque le podemos decir. “Mira, la misma Biblia nos advierte que habrá personas que malinterpreten la Biblia”. Debemos reconocer la dificultad de ciertos pasajes de la Escritura y, por lo tanto, que no tenemos ninguna garantía de que los individuos particulares la interpretarán correctamente en todas las ocasiones.
Otro argumento es que los protestantes dicen que todas las cosas necesarias para la salvación aparecen claramente en la Escritura. Si uno le pregunta a un protestante si creer solamente en la Escritura es una doctrina necesaria para la salvación, sin duda contestará afirmativamente. Un católico le puede preguntar: “¿Dónde podemos encontrar esa afirmación en la Biblia? El protestante puede citar algunos versículos pero no hay ningún lugar donde la Biblia diga que la Escritura es necesaria para la salvación.
Otro argumento que un católico puede esgrimir es el siguiente: “¿En qué texto la Biblia nos da una lista de las cosas necesarias para la salvación?” A algún protestante le podría enorgullecer decir que “Estamos de acuerdo en lo esencial pero tenemos libertad para diferir en lo que no es esencial”. ¿Cuáles son las cosas esenciales?
El católico en cuestión podría responder con las siguientes preguntas: ¿Es esencial conocer el canon de las Escrituras? Es decir, si nos vamos a guiar solamente por la Escritura, ¿no es verdad que tenemos que estar de acuerdo en qué es la Escritura? Sin embargo, el canon de la Escritura no lo conocemos a través de la Escritura. Lo sabemos por el mencionado testimonio de los Santos Padres, o si lo quiere aceptar de la misma Iglesia.
Y ¿la salvación? Es casi una ironía preguntar si es algo esencial. Obviamente lo es. Sin embargo, tanto luteranos como grupos evangélicos dicen que aunque alguien pueda ser salvo –en el sentido de estar justificado y tener una recta relación con Dios- esta persona puede perder su salvación en algún momento. Por otro lado, está la visión de la mayoría, que es la anabaptista y reformada, que dice que cuando alguien es salvo, no puede perder la salvación, la tiene asegurada. Hay por lo tanto una división en el interior del protestantismo en un asunto de capital importancia, y ambas partes dicen que se basan solamente en la Biblia.
Y ¿la regeneración del bautismo? Este es un apéndice al problema de la salvación. Cuando somos bautizados, ¿es ese el momento en que somos regenerados? La Iglesia Católica dice que sí. El Concilio de Trento en su sexta sesión declaró que el bautismo es el medio normativo de regeneración, y que en el momento del bautismo, por la infusión de la gracia en el alma, el alma es llevada de un estado de rebelión al estado de justificación y filiación. Esto aparece con claridad en la Iglesia primitiva, en los Santos Padres y en los Concilios. Los luteranos aceptan este punto de vista, aunque con algunos ligeros matices.
No así los calvinistas, ellos, junto a los bautistas, dicen que el bautismo es un mero símbolo y que nada ocurre en el alma.
En la Iglesia primitiva no había un acuerdo unánime en todos los problemas. Por ello se celebraron los Concilios para dirimir los conflictos. Por ello, cuando vemos los Santos Padres, cuando miramos a la Iglesia primitiva, estamos tomando una fotografía de la realidad de la Iglesia en un momento dado y en un lugar concreto. En una visión retrospectiva desde que el Señor subió a los cielos hasta ahora, podemos decir que ha habido consistencia y respaldo histórico de la enseñanza de la Iglesia en asuntos específicos (por ejemplo la divinidad de Cristo) lo cual falta a las iglesias protestantes.
Al examinar los escritos de los Santos Padres, no podemos ver lo que era el Protestantismo evangélico en los primeros siglos de la era cristiana. Nosotros si podemos encontrar referencia a la simple Misa dominical en la iglesia local de Corinto el año 120. No hay evidencia de una reunión de estudio bíblico, un sermón y algunos pocos himnos antes de volver a casa. No, vemos la celebración de la Eucaristía. Vemos presentes en la Iglesia primitiva todos los elementos de la piedad católica y de la Teología sacramental, por lo menos en forma incipiente.
Ahora, ¿cómo podemos defender la enseñanza católica sobre la Tradición? Los protestantes sin duda citarán algunos versículos de la Biblia. Uno comienza en Mc 7, 5: “Los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ¿por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?... Jesús les dijo: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres.”
Cuando los protestantes hacen citas de este tipo, lo que atacan es una categoría general de tradición. La tradición es rechazada por los protestantes porque creen que tradición implica doctrinas humanas en contraposición a la enseñanza divina, y piensan que la Iglesia católica es el epítome de una iglesia que fabrica esas doctrinas humanas. Los protestantes que así piensan tienen una visión dialéctica. Es la Iglesia o la Biblia. O la tradición o la Biblia. Algunos protestantes parecen afirmar: “Nosotros seguimos la Biblia y ustedes, cuando se enfrentan al dilema de optar entre la Escritura y sus tradiciones, se van con las tradiciones y se olvidan de lo que dice la Biblia.” Pueden citar Mt 23, 9 que dice: “Vosotros no llaméis a nadie Padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo.” Sin embargo nosotros llamamos a los sacerdotes Padre. Algunos no-católicos se ofenden con esto y dicen: “Ustedes llaman a los sacerdotes de Padre y violan así la Escritura.
Un texto que refuta esto está en Hch 7, 2-53, cuando van a lapidar a San Esteban. Antes de enfrentarse a la muerte les da un discurso a sus verdugos judíos y se dirige a ellos como “mis padres y hermanos”. A lo largo del discurso los llama repetidamente “mis padres”. Este era un término formal de respeto hacia los fariseos. Lo que hay que resaltar es que aquí San Esteban estaba hablando bajo inspiración del Espíritu Santo. Podemos preguntar a los críticos: “¿Cómo puede ser que el Espíritu Santo inspire a San Esteban violar el mandato de Jesús? Esto haría que Nuestro Señor se contradijera lo cual sería ridículo.”
Si queremos un ejemplo de como entiende la Iglesia el depósito de la fe en relación a la Escritura y a la predicación de los apóstoles, podemos ver Lc 1, 3-4: “he decidido también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido”
Éstos son versículos que habitualmente se pasan por alto: lo interesante de ellos es que dejan claro que Lucas no está queriendo pasar por encima de la enseñanza de los apóstoles para enseñar a Teófilo. Por el contrario, Lucas ofrece la Escritura para confirmar la enseñanza oral que ha recibido, presumiblemente de los apóstoles. Desde el comienzo Lucas pretende que su Evangelio sea un testimonio adicional a la tradición viviente de la Iglesia.
Además está 2 Tes 2, 15 donde San Pablo dice: “Manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta.”
El concepto principal del que se nos habla en el texto es la Tradición, los dos subconceptos que subyacen a ella son la Escritura y la enseñanza oral de la Iglesia, de los apóstoles.
Sin embargo aún se podría objetar: “No, sólo lo que está en la Biblia es la palabra de Dios, no la tradición oral que defienden ustedes los católicos.”
Podemos citar 1 Tes 2, 13 donde dice San Pablo: “De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.”
Cuando se citan versículos como éste, aquel protestante que quiera discutir, se pondrá un poco incómodo, porque le estamos demostrando que la sola Escritura no basta. Una vez que hemos demostrado que no sirve el punto de partida de “la Escritura por sí sola” (Sola Scriptura) de los protestantes podemos comenzar a fundamentar la necesidad de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia.
Pero el protestante puede insistir. Puede citar 2 Tim 3, 14 donde San Pablo dice: “Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús”.
Este es el versículo que más citan los protestantes para defender la sola scriptura. Es un lugar común para los apologetas protestantes. Aquí tenemos lo necesario para desmantelar este argumento.
Primero debemos analizar las ideas de este texto. La Escritura es capaz de darte la sabiduría necesaria para la salvación. Toda la Escritura está inspirada por Dios. Es útil para varias cosas: enseñar, refutar, guiar y obrar bien. El hombre de Dios estará equipado y listo para cualquier obra buena.
Revisemos estos argumentos. Primero, el protestante puede decir: “Si la Escritura es capaz de dar la sabiduría para la salvación a través de la fe en Cristo Jesús, ¿qué más se necesita? Si se puede ser salvo simplemente con la Escritura, ¿para qué la Tradición de la Iglesia? ¿Para qué los Concilios? ¿O las definiciones del Papa? ¿O los sacramentos? ¿Por qué no guiarse simplemente por lo que dice la Biblia?
Como respuesta, basta mirar el texto y reconocer lo que dijo una vez el cardenal Newman: “Si este versículo prueba algo, prueba demasiado.” La Escritura a la que se refiere San Pablo es la que Timoteo aprendió en su infancia, es decir, el Antiguo Testamento. Si queremos reducir esto a lo que dice el texto, entonces basta el Antiguo Testamento para la salvación.
En cierto sentido es cierto, al menos para el judío del Antiguo Testamento que quería escuchar y aprender la palabra de Dios. Pero en sentido abstracto, en el sentido al que se refieren los protestantes, no es verdad. Después de todo, el Espíritu Santo quiso que la Iglesia recibiera el Nuevo Testamento, no era un apéndice, era necesario para la vida de la Iglesia. Luego podemos decir que este versículo se refiere al Antiguo Testamento.
Pero dirá el protestante “No, porque dice que toda la Escritura es inspirada, luego se refiere a toda la Biblia.” Tiene razón, lo que dice San Pablo se aplica a toda la Biblia. Pero hay una pequeña trampa: La frase en español “Toda la Escritura”. En griego se usa la palabra “pasa graphe” que quiere decir literalmente, cada una de las Escrituras.
Podemos responder: “Espera, ¿estás diciendo que el libro de las Crónicas, por sí mismo, es suficiente para la salvación? Y ¿qué decir del libro de Filemón? Sólo contiene algunos párrafos. Y ¿los demás libros? Según el texto, basta cada una de las Escrituras.” Por supuesto responderá “No, por supuesto, no basta una de las Escrituras, es necesaria la Biblia en su conjunto”. Le diremos: “Bueno, eso no es lo que dice el texto”. Lo que queremos demostrar es que no hay que guiarse solamente por la Escritura en este caso concreto.
Otra cosa que queremos ver es que toda la Escritura es inspirada y que es útil para las funciones antes enumeradas. Un protestante puede decir: “eso muestra que toda la Escritura es inspirada por lo cual enseña también que es suficiente.”
Nunca me ha dejado de sorprender este argumento, la respuesta más fácil es decir “¿En dónde está la palabra suficiente?” ¿Dónde dice este versículo que la Biblia es suficiente?”
Nuestro protestante dirá: “Veamos los versículos 16-17, si la Biblia lo hace a uno capaz de toda obra buena, ¿qué otra cosa es necesaria?” El mencionado texto dice: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena”. Perfecto es perfecto. Si la Biblia lo hace perfecto, ¿se necesita algo más?” Una respuesta es usar Sant 1, 4 que dice: “la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear.
Este es un lenguaje mucho más fuerte: se usa la palabra griega “teleios,” que quiere decir perfección, totalidad absoluta de alguna característica. Las palabras usadas en 2 Tim 17 son “exertiso y artios” que significan preparado y “exertismenos” quiere decir cuidadosamente preparado. Son significados suaves en orden a la perfección. No la implican. Pero en el primer capítulo de la carta de Santiago se nos dice que la paciencia nos hará perfectos y completos, sin que nada nos falte.
Le podemos preguntar a un crítico, “Si usamos su principio de interpretación y lo aplicamos a la carta de Santiago que venimos comentando, se nos dice que lo único que necesitamos es perseverar –y el contexto general es buenas obras y padecimientos- de modo que si perseveramos en las buenas obras y en el sufrimiento seremos perfectos y nada nos faltará.” De todo lo anterior se puede deducir que no necesitamos la Biblia, ¿no es así? También quiere decir que no es necesaria la oración ni la fraternidad ni ninguna de esas cosas, porque la Biblia dice: Esto les hará perfectos y nada les faltará.
Hemos tomado un pasaje paralelo y hemos aplicado los mismos principios de hermenéutica demostrando que fallan, porque obviamente no despreciamos la Biblia, ni la oración. Podemos volver a 2 Tim 3 y decir “Claramente, esta idea de escritura que le hace perfecto no implica que otras cosas no sean necesarias.” La Escritura es necesaria del mismo modo que el agua para vivir. Necesitamos el agua para sobrevivir pero necesitamos algo más. Necesitamos aire, comida, etc. Moriríamos sin agua, pero necesitamos también otras cosas. La Iglesia, al igual que nosotros necesita la Escritura, pero también otras cosas.
Si estamos atentos a esta doctrina y nos preparamos para refutar el principio de sola scriptura, encontraremos que las objeciones contra la doctrina católica son menos difíciles cuando conocemos de lo que se trata. Ahora les podemos mostrar el modelo católico como el único que armoniza Escritura con la historia, con el sentido común. Podemos dar un paso más en la evangelización dando a conocer a la Iglesia, a la verdadera Iglesia de Cristo, la Iglesia de los Sacramentos, la Iglesia asentada sobre una sólida roca que es Pedro y los apóstoles. Sólo así mostramos al mundo el esplendor de la verdad.
Cuando algún no-católico apela a la antigüedad o a un Concilio Ecuménico o a la autoridad de un Padre de la Iglesia, puede ser interesante anotar que aquel no tiene ningún otro medio para determinar cuál sería el canon de las Escrituras, a no ser confirmándolo con el testimonio de la Iglesia Católica. Debemos reconocer la dificultad de ciertos pasajes de la Escritura, y, por lo tanto, que no tenemos ninguna garantía de que los individuos particulares la interpretarán correctamente en todas las ocasiones.
Vemos presentes en la Iglesia primitiva todos los elementos de la piedad católica y de la Teología sacramental, por lo menos en forma incipiente. La tradición es rechazada por protestantes porque creen que tradición implica doctrinas humanas en contraposición a la enseñanza divina. Una vez que hemos demostrado que no sirve el punto de partida de “la Escritura por sí sola” (Sola Scriptura) de los protestantes podemos comenzar a fundamentar la necesidad de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia.
La Escritura es necesaria del mismo modo que el agua para vivir. Necesitamos el agua para sobrevivir pero necesitamos algo más. Necesitamos aire, comida, etc. Moriríamos sin agua, pero necesitamos también otras cosas.
Si nos preparamos para refutar el principio de sola scriptura, encontraremos que las objeciones contra la doctrina católica son menos difíciles de lo que aparentan.
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