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EL PRIMER BLOG CATÓLICO DE VALLE DE LA PASCUA...







sábado, 16 de enero de 2010

Atentos a la Verdad



Atentos a la Verdad

Tomado de: www.fraynelson.com


¿A quién le gusta respirar una atmósfera contaminada? ¿Qué padre responsable daría a sus hijos alimentos adulterados? En el ámbito de la información, de los conocimientos, de las ideas, no todo es agua transparente, cristalina. La inteligencia humana, de modo natural, tiende al conocimiento de la verdad. Sin embargo, las personas se encuentran, frecuentemente, ante mentiras, verdades a medias, intereses creados, etc., que distorsionan el conocimiento de la realidad. En el itinerario mental para aprender a pensar, una parada obligatoria es detectar la manipulación, la falsedad. Dotar a nuestros hijos de un sano sentido crítico, que les permita descubrir los errores que subyacen bajo una aparente capa de verdad. No se trata, es obvio, de ir desconfiando de la gente por sistema, sino de ir utilizando nuestra propia mente en la maravillosa aventura de profundizar en la verdad. Irse habituando a examinar con atención la información que nos llega; someter las ideas, opiniones y propuestas a un análisis crítico; indagar por debajo de la superficie; contrastar datos, cifras. El objetivo sería, por tanto,


Aprender A Conocer Y Saber Defender La Verdad. Habrá que distinguir entre lo esencial y lo discutible u opinable. Hay muchas cuestiones, de índole práctica, que no son verdaderas ni falsas en sentido estricto, sino que permiten variadas soluciones, todas ellas respetables. Se da por supuesto, en consecuencia, la existencia de un amplio campo de aspectos que permiten soluciones plurales -políticas, económicas, culturales, organizativas, etc.Se entiende por esencial todo lo que afecta a la integridad corporal y espiritual de las personas. Fijemos la atención ahora en tres áreas de frecuente contaminación:

La manipulación a través del lenguaje.
La influencia de los medios de comunicación.
Las falacias argumentativas.


La manipulación a través del lenguaje. Una primera forma de esquivar la verdad o la objetividad, es mediante el recurso a determinadas palabras o frases breves. Por ejemplo, la descalificación de personas, grupos o instituciones, colocándoles una «etiqueta» de connotaciones peyorativas. El que la arroja, no aporta argumentos ni datos objetivos; simplemente, intenta descalificar amparándose en una palabra generalmente ofensiva:


- «Fulano es un retrógrado»

- «Ese hombre es un fascista».


Los eslóganes son frases concisas, pensadas para incitar a las personas a realizar un determinado comportamiento o cambiar una actitud. Lanzan unos mensajes incisivos que, considerados en sí mismos, no son positivos ni negativos. Su valoración dependerá de la finalidad. Son valiosos los eslóganes veraces, que se orientan hacia la mejora de las personas y de la sociedad. Son negativos -manipuladores- los que desfiguran la realidad o promueven conductas contrarias a la dignidad de la persona. Con cierta frecuencia se ponen al servicio de intereses particulares, del beneficio económico, de ideologías reduccionistas, etcétera, sin considerar el bien de las personas, el bien común de la sociedad. Otras veces se hacen servir unas palabras «mágicas» o de moda, que contrastan con otras consideradas negativas. He aquí una lista de algunas de ellas:


Palabras «mágicas»: Libertad. Autonomía. Progreso. Diálogo, consenso. Moderno. Nuevo. Futuro. Éxito. Tolerancia.


Palabras negativas: Obediencia. Limitación. Conservador. Intransigencia. Anticuado. Viejo. Pasado. Fracaso. Fanatismo.


A la hora de hacer un discurso, exponer un punto de vista, o defender una tesis, basta con componer unas frases convincentes, hábilmente aderezadas con palabras mágicas, para que suma un efecto asombroso. Por el contrario, si se desea descalificar algo o a alguien, basta construir unas frases adornadas de palabras negativas, para que el resultado no se haga esperar. En ambos casos, las razones objetivas o argumentos suelen brillar por su ausencia. Sin embargo, según las palabras utilizadas, la «argumentación» suena de modo bien distinto:


«La nueva reforma educativa se ha elaborado en un clima de libertad y diálogo. Sentará las bases para el éxito escolar y preparar a los jóvenes para progresar en su vida futura».


«La reforma educativa presenta viejas limitaciones, responde a planteamientos intransigentes y conllevará más fracaso escolar».


Tras la verborrea de las palabras, hay que discernir y detectar las razones y sinrazones de lo que se afirma. El lenguaje oral puede ser también, en algún caso, portador de virus contaminadores que una mente atenta debe aprender a detectar. Veamos un ejemplo característico. Podría denominarse como la «respuesta predeterminada». Consiste en plantear astutamente una cuestión cuya respuesta ya está prefigurada de antemano. Tal sería el caso de una pregunta formulada en los siguientes términos: «¿Es una locura tener hoy día más de dos hijos?». La respuesta que se pretende primar puede adivinarla el amable lector. Formúlese, sobre la misma cuestión, esta otra pregunta: « ¿Por qué los padres son tan poco generosos en relación al número de hijos? ». También aquí se orienta la respuesta intencionadamente. Un debate correcto, bien planteado, debería incidir en las causas y posibles soluciones del problema de la natalidad.


Influencia de los medios de comunicación. Vivimos en la era de la comunicación. Como suele ocurrir en todo proceso científico o cultural, los medios de comunicación -televisión, radio, prensa, etc.- pueden tener una incidencia positiva o negativa, según estén o no al servicio del bien de las personas. La televisión en concreto, el mundo de los vídeos, ha llegado a ser otro «miembro» familiar, que acapara quizá más la atención de todos. Hay que reconocer en ella, desde luego, elementos positivos:


Información;
Entretenimiento y diversión;
Actualidad;
Programas culturales;
Deportes, etc.


Puede, además, servir de vehículo para promover la solidaridad hacia otras personas, hacia la comunidad en general. De sobra es conocido el impacto de la imagen en las personas. Dado que los fenómenos se «ven», puede llegarse a creer que son siempre fiel reflejo de la realidad. Ahora bien, ¿cómo puede la televisión desvirtuar la realidad?


En primer lugar, mediante la selección de noticias, de programas. Según la tendencia política que controle el ente televisivo, interesará que aparezcan unas informaciones en detrimento de otras. De la misma manera, las programaciones de los diversos canales, responden a una determinada finalidad ideológica o comercial. La televisión puede primar la presencia de unos personajes de moda. Durante la adolescencia y juventud, una etapa donde se buscan modelos de conducta, los hijos se pueden ver asediados por imágenes que reflejan unas conductas poco recomendables. Hay un bombardeo continuo de publicidad que incita al consumo, presentando un mundo placentero y refinado. Escenas repetidas de violencia, sexo y conductas fáciles, sin demasiados escrúpulos morales. Se puede caer también en la tentación de instrumentalizar este medio al servicio de intereses políticos: cómo crear o canalizar estados de opinión, intentando concienciar hacia determinados posicionamientos partidistas. La televisión puede también presentar otros aspectos perjudiciales: favorecer la pasividad, adormecer la creatividad, aislar a las personas, pérdida de tiempo, pérdida de interés por el estudio o lectura, etc. ¿Qué se puede hacer? Únicamente destacaremos aquí lo siguiente:


- Informarse anticipadamente de los programas;
- hacer una selección con criterios válidos;
- limitar el tiempo;
- comentar conjuntamente con los hijos algunos programas;
- contrastar las informaciones;
- crear una videoteca selecta, etc.


De otro lado, buscar otras alternativas a la televisión:


- Organizar tertulias familiares;
- lectura de libros interesantes;
- práctica de deportes;
- actividades al servicio de los demás.


La conclusión sería, en definitiva: Ser Más Inteligentes Que La Televisión.


Algo similar ocurre con los diarios y revistas. Detrás de cada uno de ellos, hay una determinada línea editorial. Los hechos son como son; no obstante, una misma noticia puede ser presentada de modo diferente según el medio que la difunde. Debemos ayudar a nuestros hijos mayores a distinguir mensajes explícitos e implícitos. A diferenciar información, argumentación, persuasión, etc. ¿Cómo? Es cuestión de un poco de tiempo, atención y paciencia. Algunas indicaciones concretas:


Contrastar la información entre varios diarios;
Comparar las noticias que son relevantes para cada prensa;
Analizar el grado de objetividad y la argumentación de algunos artículos;
Valorar si se respeta a las personas, o por el contrario es frecuente la difamación, el sensacionalismo;
Comprobar si las informaciones son completas, contrastándolas con otra fuente (documento, libro...), o, por el contrario, son sesgadas y parciales.


Es usual, en cierto tipo de revistas, sacar a la luz la vida privada de «famosos». Los hay dotados de excelentes cualidades humanas. Pero también otros manifiestan una conducta o ideas poco acordes con el buen gusto y la ley moral natural. Parece de elemental prudencia saber distinguir entre la admiración a un cantante, actor deportista, etcétera, y sus actitudes u opiniones personales. Por lo demás, hay en el mercado una serie de revistas que viven de explotar los instintos primarios, son subproductos que degradan a las personas, y que realmente, ni invitan a pensar ni aportan nada positivo. Por lo tanto, en lo que atañe a los medios gráficos de información, lo más sensato es: ADQUIRIR LA PRENSA QUE DESTACA POR SU PROFESIONALIDAD, INDEPENDENCIA Y OBJETIVIDAD ADQUIRIR REVISTAS QUE PROMUEVEN VALORES POSITIVOS


Falacias Argumentativas. A sabiendas o no, hay personas que en la vida corriente utilizan argumentos falsos para sostener unas tesis que en realidad son poco sólidas. Se exponen a continuación las falacias más frecuentes, a fin de que sus hijos las sepan detectar y contrarrestar.


1. Generalización inadecuada. La generalización es un razonamiento inductivo muy útil en multitud de ocasiones. Generalizar es razonable, siempre que haya una base sólida de datos o experiencias, y siempre que ante una nueva evidencia o nuevos datos se esté dispuesto a modificar o cambiar la antigua generalización. Hay ocasiones, sin embargo, en que la generalización resulta falsa o poco probable, porque se basa en unos cuantos hechos aislados o casos muy puntuales. Por ejemplo:


«Los estudiantes son unos vagos ».
«Los periódicos dicen mentiras. »
«Los políticos son unos personajes corruptos.»


Evidentemente, del hecho de que «algunos» sean... no se infiere que «todos» sean...


2. Argumento contra la persona. Es un tipo de argumento muy frecuente y de gran poder persuasivo. En lugar de presentar las razones pertinentes en contra de una determinada opinión, se intenta refutarla criticando a la persona que la mantiene, o circunstancias que le afectan personalmente. Por ejemplo: «El señor 'X' afirma que es peligroso que las jóvenes vuelvan a casa a altas horas de la madrugada. Ahora bien, ya sabemos que ese señor es padre de familia». La idea que subyace en esta falacia es que si alguien tiene un interés particular en algo por razón de su profesión, situación familiar, etc., no puede ser objetivo sobre aquella cuestión; lo cual no siempre es cierto.


3. Argumento de la autoridad. Creer en algo por la autoridad de quien lo cuenta es lo normal, se da con mucha frecuencia. Una persona con autoridad (prestigio reconocido, conocimientos) puede efectuar afirmaciones que merecen ser tenidas en consideración. Un médico es un experto en medicina y, por tanto, una autoridad en su especialidad. Lo mismo se podría decir de un juez, un profesor, etc. Ahora bien, no todos los expertos tienen la misma cualificación; habrá que ponderar razones, actuar con prudencia. La falacia, y por tanto la debilidad del supuesto argumento, se hace patente cuando se recurre a una «autoridad» que poco o nada tiene que ver con el tema. Se cae en este tipo de falacia siempre que un científico, intelectual, artista o persona «famosa», sostiene opiniones sobre cuestiones ajenas al motivo de su competencia o notoriedad.


4. Falacia del poder. Se atribuye a aquellos argumentos que apelan a la fuerza o poder (económico, político, militar, etc.), como razón convincente para persuadir sobre la conveniencia de una afirmación. Suele utilizarse cuando no se tienen argumentos racionales, o cuando éstos no han dado resultado. Por ejemplo: «Estarán de acuerdo conmigo en que no es conveniente subir los sueldos. No parece que en las actuales circunstancias, la venta de mis acciones pueda beneficiar los intereses de los trabajadores». Obsérvese que en lugar de ofrecer argumentos, lo que hay es una velada amenaza.


5. Cortina de humo o táctica de distracción. Son intentos de apartar a las personas del nudo central de la discusión, llevándola a otro terreno que no guarda relación con el caso. Por ejemplo:


« Me parece muy bien que se hable de la inseguridad ciudadana; pero ¿qué me dicen del hambre en África?».


Una variante es tratar de desacreditar los argumentos del interlocutor llevando la atención a algún aspecto trivial, que no afecta sustancialmente a lo que se quiere demostrar:


«Dice usted que ese país dispone de 5.000 cabezas nucleares. De hecho, sólo dispone de 4.900. Es obvio que no sabe de lo que está hablando».



6. Réplica irónica. En vez de responder con razones a un comentario o afirmación, la persona en cuestión hace una réplica burlesca, con la pretensión de ridiculizar el argumento del interlocutor. Por ejemplo: Unos padres se quejan de que en la entrada de unos colegios hay individuos que venden droga. A lo cual se les responde: «Quizá preferirán que los profesores den las clases en su sala de estar». Es suficiente. No se pretende hacer un catálogo completo de falacias o falsos argumentos; menos aún, de ir a la caza de brujas. Simplemente, se trata de ir adquiriendo un sano sentido crítico, de reflexionar sobre qué se dice y por qué, no ser excesivamente ingenuos para no dejarse convencer por el último que hace uso de la palabra. Se trataría, en suma, de ser amigos de las personas sin faltar a la verdad.


PREGUNTAS Y RESPUESTAS. A veces encargan a los hijos lecturas obligatorias en el Instituto o en la Universidad. ¿Qué criterios seguir? Puede ocurrir, efectivamente, que tu hijo tenga que leer un determinado libro, propuesto por algún profesor donde cursa estudios. Y ciertamente, hay libros que son claramente perjudiciales. ¿Qué hacer? Caben varias soluciones:


Localizar otro documento (libro, ficha bibliográfica) que valore con objetividad el libro propuesto;
Indagar si hay recensiones o resúmenes que eviten la lectura directa y detallada del mismo;
Leer otro libro sobre la misma materia; comparar y contrastar argumentaciones;
Consultar a profesionales competentes en la materia;
Dialogar con el hijo sobre el contenido del trabajo a realizar.


En los medios de comunicación, a veces se presentan novedades científicas de discutible aplicación a las personas; por ejemplo, el avance de la biogenética y sus aplicaciones en el campo de la fecundación artificial.


¿Cómo hacer reflexionar a los hijos con objetividad? La solución genérica es mediante el diálogo, las preguntas y observaciones inteligentes, buscando apoyos sólidos. En el caso concreto que se cita, se presenta como una vía científica para solucionar problemas de esterilidad. Sobre esta cuestión, y otros temas de actualidad, hay colecciones asequibles y rigurosas que dan unos criterios fundamentados. Por lo demás, la reflexión puede girar en los siguientes términos:


¿Todo lo que científicamente se puede hacer, se debe hacer?;
¿Es realmente un progreso atentar contra la integridad de las personas en cualquier momento de su vida, esto es, desde la concepción hasta la muerte natural?;
¿El fin justifica cualquier tipo de medios?, ¿qué medios se utilizan?, ¿hay medios que son intrínsecamente malos?, ¿cuáles son?;
¿Hay otras alternativas científicas que ataquen de raíz el problema y estén acordes con la dignidad de la persona?


Algunos Objetivos De Planes De Acción


1. Ejercitar la capacidad crítica, a través de la lectura. Leer el mismo libro, padre/madre e hijo. Posteriormente:


Pedirle su opinión razonada;
Analizar cómo son los personajes, sus actitudes;
Preguntarle por los aspectos positivos y negativos;
Ayudarle a detectar verdades a medias;
Hacerle notar la intención del autor;
Qué concepción de la vida tiene el autor;
Qué valores intenta transmitir, etc.


2. Recoger los titulares de varios medios de comunicación (diarios, revistas, programas de radio), correspondientes a un día concreto. A continuación, conjuntamente con los hijos:


Contrastar las informaciones;
Comparar lo que se destaca en cada medio;
Lenguaje utilizado, etc.


3. Comentar críticamente con los hijos algunos programas o anuncios de la televisión:


Detectar la finalidad del mensaje;
Valorar determinados aspectos: consumismo, violencia, personas-objeto, etc.;
Qué falta, qué sobra, etc.


4. Animar y ayudar a los hijos para que detecten algunas falacias o argumentos falsos, basándose en algún canal de comunicación:


Un debate televisivo; Un mitin o discurso político; Un artículo de prensa; Una entrevista a un personaje; Un programa radiofónico, etc.


5. Alternativas positivas que contrarresten el aislamiento y la paralización mental de la televisión, videojuegos, etc. Promover y estimular en los hijos la participación en:


Asociaciones culturales, deportivas, sociales, políticas; Clubes de opinión; aprender a defender y difundir razonadamente las ideas propias; Colaboración en parroquias, clubes, centros especiales; Participación en movimientos de defensa y protección de los derechos humanos; Grupos o instituciones de ayuda a los más pobres, a ancianos, enfermos, inmigrantes, etc.


Un Ejemplo: El Caso Pablo


PADRE: ¿Qué tal van las cosas, Pablo?


HIJO: Voy apenas. Las mates aún se me resisten...


P.: Ya hablamos de esa asignatura, y propusiste unas cuantas soluciones; es cuestión de constancia. ¿Y los amigos? Ayer te telefoneó Juan. ¿Has hablado con él últimamente?


H.: No; es que ahora estoy saliendo con otros chicos más «guais».


P.: ¿Ah sí? ¿Y por qué no los invitas un día a casa?


H.: Es que vosotros sois un poco anticuados, papá, y a lo mejor no os caen bien.


P.: ¿Por qué? ¿Tan raros son?


H.: Para mí, no. Son unos tíos estupendos. Son ecologistas; defienden el medio ambiente, la vida de los animales, quieren un planeta limpio de humo y residuos tóxicos.


P.: ¡Hombre!, eso está muy bien. ¿Qué clase de ecologistas son?


H.: ¿A qué te refieres? Son... ecologistas, verdes.


P.: Sí, claro, pero tú ya sabes que hay varios movimientos ecologistas, con diferentes planteamientos e ideologías. ¿No les has preguntado?


H.: Pues no. ¡Ya me lo pensaré!


P.: ¿Son chicos coherentes con sus ideas?


H.: ¡Y tanto! No fuman, utilizan productos ecológicos, protestan contra los atentados a la naturaleza...


P.: Defienden también la vida humana?


H.: ¿Qué quieres decir? ¿Te refieres al rollo del aborto?


P.: Mira, Pablo, ¿qué crees que tiene más valor, la vida humana, o la de las plantas y animales?


H.: Tú ya lo sabes, papá; pero, ¿cómo viviríamos en un mundo contaminado?


P.: Te contesto con una pregunta: ¿qué es más coherente, proteger toda vida, especialmente la de los seres humanos, o defender sólo algunas especies de la vida planetaria?


H.: Reconozco que es mejor defender toda vida, sobre todo a las personas. Pero, ¿qué me dices de la xenofobia, del racismo? ¿Acaso no hay personas «coherentes» que en la práctica son racistas?


P.: Tienes razón. No son realmente coherentes. El racismo es contrario a la dignidad de la persona. Tenemos la obligación de acoger y ayudar a los más necesitados. Pero no acabo de ver la relación entre la defensa de la vida y la acusación que haces del racismo.


H.: Papa, es para que veas que no solo mis amigos verdes son incoherentes.


P.: Eres listo, Pablo. Te has dado cuenta de que hay que tener" una escala de valores, que las personas son lo más importante. El tema del racismo tiene una problemática cuyas causas podríamos discutirlas en la próxima tertulia.


H.: Así qué... ¿invito a mis amigos a merendar a casa?


P.: Claro que sí. También a mí me interesa la protección del medio ambiente. Por cierto, te voy a dejar un libro sobre este tema que quizá te interese. Así, cuando hables con tus amigos, podrás demostrar que estás enterado...


Comentario. En el presente diálogo, el padre intenta hacer reflexionar a su hijo adolescente. Destacan tres puntos básicos:


Primero, ayudarle a reflexionar sobre las ideologías que sustentan cada movimiento ecologista.


Segundo, analizar si es coherente defender el medio ambiente, la vida animal, y, al mismo tiempo aceptar que se atente contra la vida humana. Reflexionar sobre una escala de valores donde la persona esté por encima de las cosas, aunque deba respetarlas.


Tercero, que el hijo tome conciencia de las razones o argumentos que utiliza para defender una opinión. En este caso, Pablo ha intentado argumentar aludiendo a otro tema -el racismo- que no guarda relación directa con el ecologismo. Finalmente, es positivo conocer a los amigos de nuestros hijos. Una manera es procurar que vengan a casa.







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