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jueves, 26 de noviembre de 2009

Solo Bendición

Por Marco A Di Rupo B


La búsqueda de bendiciones divinas se ha vuelto una verdadera obsesión en casi todas las sectas de origen protestante, especialmente en las del pentecostalismo de la tercera ola, las iglesias de la prosperidad, las de avivamiento, el movimiento palabra de fe, el carismatismo, las iglesias bíblicas etc. El objetivo del creyente no es más que acercarse a Dios para recibir su bendición. Ser bendecido es su razón para ser cristianos. En Valle de la Pascua se fundan con increíble rapidez numerosas sectas que trabajan a sus fieles bajo este esquema. Sus pastores solo ofrecen bendición y más bendición. Es un mensaje que vende, fácil de promocionar, agradable y sugestivo. Incluso hasta en algunos ambientes católicos (renovación carismática) se ha colado sutilmente este “nuevo estilo” de tratar con Dios. Debemos agregar que los herejes mediáticos de ENLACE TV también hacen su parte, deformando el evangelio y la mente de sus victimas, inclinándolas a esta impostura de cristianismo.


Al “cristiano solo bendición” le agrada escuchar que sus problemas, males, desgracias y sinsabores no tienen su origen en ellos mismos, en su ineptitud, defectos, vicios y maldades, sino en los demonios, en las maldiciones o en la falta de fe. Es música para sus oídos, cualquier argumento que los exima de asumir su responsabilidad como personas y como cristianos. El “cristiano solo bendición” únicamente quiere salud, prosperidad, riquezas, éxito, gozo, tranquilidad, confort. El “cristiano solo bendición” espera sobre todo, auxilio divino, milagros, prodigios, portentos. Todo fácil y rápido, sin mucha complicación y esfuerzo.

Al “cristiano solo bendición” sus pastores le ofrecen claro esta: bendición, solo bendición, pero únicamente pueden optar por ella si se alejan de la que según ellos es la religión falsa, es decir: dejar de ser católico. Además el fiel debe “pactar con Dios”, debe “sembrar”, debe “diezmar” y “ofrendar” todo esto canalizado por el “líder” o “ministerio” al cual pertenece. Haciendo esto, el favor divino esta asegurado.


Pero ¿qué es bendición?

Desde la perspectiva del verdadero cristianismo (el católico), podemos decir en primer lugar, que la bendición no es un conjunto de palabras de carácter mágico-religioso que precipite algún acontecimiento extraordinario, sino que es una acción capaz de preparar y disponer a la persona para recibir una gracia particular o un don de parte de Dios, casi siempre para el crecimiento espiritual. Ciertamente en el Antiguo Testamento encontramos que la bendición se expresa también en realidades temporales (descendencia, salud, bienes materiales etc), pero esto es consecuencia (casi siempre) de una anterior transformación espiritual (principalmente un crecimiento en la fe, la caridad y la obediencia) operada en quien la acoge.

Bendecir es entre otras cosas: alabar a Dios, desear el bien a una persona, o dedicar una persona o cosa al servicio de Dios. En la liturgia cuando en medio de un rito especifico el sacerdote santifica a alguien o alguna cosa para el servicio de Dios e invoca su favor, esta bendiciendo. La bendición en la Iglesia Católica es un sacramental, más aún, es el sacramental mas grande. Estudiemos siguiendo al Catecismo lagunas definiciones.


Catecismo #1667. 1667 "La santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida" (SC 60; CIC can 1166; CO can 867)


Catecismo: #1671 Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre "con toda clase de bendiciones espirituales" (Ef. 1:3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo.


Catecismo: #1672 Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar personas a Dios y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares. Entre las que están destinadas a personas -que no se han de confundir con la ordenación sacramental- figuran la bendición del abad o de la abadesa de un monasterio, la consagración de vírgenes, el rito de la profesión religiosa y las bendiciones para ciertos ministerios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas, etc.). Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la dedicación o bendición de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos, de los vasos y ornamentos sagrados, de las campanas, etc.


Hay una diferencia fundamental entre sacramentos y sacramentales, y es que los primeros fueron instituidos por Cristo para otorgar gracia. En cambio que los segundos fueron instituidos por la Iglesia con la autoridad investida a ella por Cristo para cumplir su misión. Otra diferencia reside en que los sacramentos confieren la gracia ex opere operato (por la misma acción del sacramento) y no puede dejar de comunicar la gracia si es administrado validamente. El sacramento confiere gracia mientras la persona que lo recibe no lo rechace. La gracia del sacramento no depende para nada ni de los méritos ni de la santidad del ministro. Por su parte los sacramentales nos comunican la gracia ex opere operantis ecclesiae. O sea, "por la acción de la Iglesia que obra". La eficacia de los sacramentales depende en buena manera de los méritos de la persona que ora y de los méritos y oraciones de La Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo.


Cuando bendecimos o somos bendecidos atraemos la magnanimidad de Dios y si nos encontramos espiritualmente vivos (en estado de gracia), todos los acontecimientos de nuestra vida serán santificados por la gracia divina (trasmitida y administrada por la Iglesia) que emana del misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. En realidad solo Dios es quien bendice, pues todo bien procede exclusivamente de El, cuando bendecimos lo hacemos únicamente en nombre de Dios. A esta muestra del amor divino debemos responder con la acción de gracias o sea: la Eucaristía.


Que diferente a lo antes expuesto es el punto de vista evangélico-sectario respecto de la bendición. Según esta noción, podemos afirmar que estar benditos, recibir bendición, ser bendecidos o “caminar en victoria”, es poseer en grado superlativo lo que ya antes mencionamos: salud, riquezas, éxito, gozo, felicidad. Que nuestros caprichos por disparatados y alejados de Dios que sean, se cumplan. Que nuestros planes y proyectos se den a toda costa. Que no nos pase nada malo, que las desgracias y sufrimientos no aparezcan en nuestro horizonte. Bendición es lo que consideremos “bueno”, “maldición” lo que consideremos malo. Arropado todo bajo el manto de un pseudo cristianismo barato que apacigua las conciencias. La esencia del cristianismo, su espiritualidad queda reducida a la intención de ganar el beneficio celestial. Se desea la bendición no para crecer en el amor a Dios y al prójimo y vivir conforme a la voluntad divina, sino para saciar nuestra concupiscencia de los bienes terrenales. Se busca la cercanía de Dios no por lo que El es, sino por lo que El nos da.


Los “pastores” conocen bien los deseos de su publico, y por eso ofrecen cada día más bendiciones. Cuanto más les prometen, más quieren estos recibir, se alimenta así un egocentrismo y una codicia sin limites, que luego es aprovechada para presionarlos a dar más dinero, a ofrendar más, a diezmar más, a pactar más. Es una especie de intento de soborno a Dios: ¡bendíceme que te estoy dando! La biblia la reducen a una especie de “cajita feliz” o manual de autoayuda donde se resaltan los pasajes (siempre tomados del Antiguo Testamento) que prometen gozo y felicidad y se ignoran o pasan por alto aquellos (fundamentalmente del Nuevo Testamento) que destacan que en este mundo los cristianos afrontaremos muchas congojas, por citar algunos:


“Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33).


"Habiendo evangelizado aquella ciudad y conseguido bastantes discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, confortando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a perseverar en la fe y diciéndoles: «Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.» (Hechos 14:21-22)


“No temas por lo que vas a sufrir”… (Apocalipsis 2:10)


Los cristianos estamos llamados primeramente no a la caza de bendiciones, sino a la búsqueda del Reino y su Justicia, ya el señor nos los prometió: seremos saciados. No de riquezas, ni de éxito, ni siquiera de salud, sino de Justicia (Mateo 5:6).


“Que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo”. (Romanos 14:17)


“Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”. (Mateo 6:33).


Ya en los albores del cristianismo San Gregorio Nacianceno nos alertaba:


"No miremos como reales y verdaderos bienes o males el gozo ni la aflicción; considerémonos como extranjeros en la tierra, y pongamos en el cielo toda la atención del alma. Sola una cosa hemos de tener por mal, y esta es el pecado; y sola una hemos de estimar corno bien, y esta es la virtud, porque nos une con Dios” (S. Gregorio Nacian., Epist. 189, sent. 54, Tric. T. 3., p. 361.).


No permita Dios que los católicos seamos influenciados por la caricatura de cristianismo que promocionan las sectas. Pidámosle fervientemente que en estos tiempos de Misión Continental, nos otorgue la gracia de amar a nuestra Santa Madre Iglesia, ser fieles a sus pastores y a su Magisterio e infunda en nosotros el deseo de conocer y formarnos en la Fe verdadera.





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