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sábado, 31 de octubre de 2009


UNO Y TRINO



Por: Marco A Di Rupo B.


"La Trinidad es un misterio de amor. El amor es un darse mutuamente para formar un nosotros. En la Trinidad, las Tres Personas se funden por el amor, formando una sola naturaleza".  P.Jorge Loring


Una de las verdades fundamentales del cristianismo (dogma de fe en la Iglesia Católica) es que creemos en un Dios que es Uno y Trino, pues bien esta verdad es consecuentemente negada por la secta de los Testigos de Jehová. Según ellos, existe un solo Dios y en Dios hay tan sola una persona. Dicen que la Trinidad es un mito pagano al estilo egipcio. Osiris-Horus-Isis, o al estilo hindú, Brahama-Rudra-Vishnú. Sin embargo la Santísima Trinidad es una verdad perfectamente asentada en la Biblia como podemos apreciar:


"Bauticen en el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo" (Mt, 28,19).


"La gracia de Cristo Jesús el Señor, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes " (2 Cor. 13,14)


"Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.» (Mateo 3:16-17)


Jesús: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19).


La ocasión es propicia entonces para que reflexionemos un poco, sobre la más profunda y fundamental verdad de nuestra fe cristiana: que siendo Dios Uno, con una sola Naturaleza, hay en El, tres Personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es este un dogma de fe, definido por la Iglesia. El dogma de la Santísima Trinidad, es en esencia un misterio de fe, y como tal, solo desde la vivencia de la fe, puede ser abordado y aceptado como la doctrina central de nuestra religión. Lo dicho anteriormente, no implica que no podamos acercarnos un poco a tan magno misterio, aún con las luces ciertamente pobres y limitadas de nuestra razón, ya que para tal acercamiento, la Sagrada Tradición y el Magisterio de la Iglesia, iluminados por la Palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo, serán nuestros guías y seguros maestros.


En la fe de la iglesia, la verdad revelada de la Santísima Trinidad, ha estado presente desde sus comienzos como raíz y fuente de los demás misterios de fe, es así como los primeros Concilios y el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia, llevan progresivamente a la formulación del dogma Trinitario. Nosotros, siguiendo al Catecismo de la Iglesia Católica (C.I.C), usaremos el siguiente esquema: la Trinidad es una. En la Trinidad no hay tres dioses, ni se reparte una única Divinidad entre tres.


"No confesamos tres dioses, sino un solo Dios en tres personas" (C.I.C n.253)


"El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530).


Las personas divinas son realmente distintas entre si. Las tres divinas personas del Padre, Hijo y Espíritu Santo, no son modos de ser de Dios, ni "fuerzas" de Dios, ni "avatares" de Dios, son personas realmente distintas unas de otras.


"El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530).


Lo que distingue y diferencia a las Personas no es su naturaleza (que es una y divina) sino su relación de origen.


"El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (C/c. Leerán IV, año 1215: DAS 804).


Por lo tanto la unidad que confesamos es Trina.


Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real a la que hicimos referencia mas arriba, se ofrece a la razón, como distinción por relación de referencia, es decir,


"En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (C/c. de Toledo XI, año 675: DAS 528).


Cada una de las Personas es una unidad trina.


"A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (C/c. de Florencia 1442: DAS 1331).


Veamos ahora: la obra de la Santísima Trinidad en la economía divina.

La creación entera tiene como principio a la Trinidad, en efecto, no hay tres principios en las cosas, sino un solo principio que obra comúnmente en y por las tres divinas Personas. En la Trinidad al igual que existe una sola naturaleza, existe una sola operación, es decir, un único y mismo obrar, sin oposición ni contradicción, no obstante cada persona de la Trinidad realiza esta obra única, según su particularidad personal.


"Uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, un solo el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas (Cc. de Constantinopla II: DS 421).


En los misterios de la Encarnación y del Don del Espíritu Santo, podemos apreciar con más claridad, las propiedades de las Personas Divinas.


La Trinidad en la vida del cristiano. La vida del cristiano debe tender de contínuo hacia la comunión constante con cada una de las personas de la Santísima Trinidad, sin separarlas nunca,


" El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve" (cf. Rom 8,14).


Por el Bautismo, somos sumergidos en el misterio Trinitario, convirtiéndonos en testigos de esta perfecta comunión de amor, a la cual constantemente estamos llamados a participar, siendo esta comunión de las creaturas con la Bienaventurada Trinidad, el fin último de todo el plan divino. Que nuestras oraciones pues, se dirijan con frecuencia y con renovado fervor, aún en medio de las preocupaciones y afanes de la jornada, a la Santísima Trinidad y digamos con la Beata Isabel de la Trinidad:


" Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifíca mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora".

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