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martes, 1 de diciembre de 2009

La Iglesia y la participación ciudadana




Por: Pbro. Dr. Pedro Gijs


La democracia se asocia con la independencia política de los grupos sociales intermedios. La diversidad de organizaciones e instituciones constituyen un pluralismo ideológico y social que enriquece la democracia. Los grupos sociales intermedios tienen sus propios fines y han de ser autónomos. Los unos colaboran con los otros en función del bien común. Una sociedad genuinamente libre está formada por personas y grupos gestores corresponsables de su propio crecimiento humano y activos participantes en la construcción de su futuro. Son una expresión de la vitalidad social y de la creciente responsabilidad de los hombres dentro de la sociedad. Por tal motivo han de ser promovidos ordenadamente. Con su negación desaparece también la subjetividad humana como lo muestra el socialismo real.


Los grupos intermedios proceden de la naturaleza humana. Hay una tendencia natural en los seres humanos de asociarse para alcanzar objetivos que superan la capacidad y los medios de los que disponen los individuos. Existen muchas necesidades humanas que no tienen valor en términos de mercado. Es un deber de la justicia y de la verdad de satisfacer estas necesidades. En función de estas urgencias surgen muchos grupos y movimientos espontáneos, también a nivel local, que desarrollan iniciativas culturales, religiosas y eclesiales, de asistencia social y médica, deportivas y recreativas, educativas, sindicalistas y muchas otras más que dan a la sociedad un carácter pluralista.


La existencia de estos grupos acarean efectos positivos tanto para las personas humanas como para el crecimiento de la democracia. Las libres asociaciones son un complemento natural para la persona porque responden a varios aspectos de perfección y constituyen un refugio para las personas en contra de la masificación provocada por la moderna organización productiva. Además contribuyen, en su gran mayoría como voluntarios, al desarrollo de la sociedad en la cual organizan servicios preciosos. Los grupos intermedios consolidan el principio democrático en su estructura y su funcionamiento interno y crean una mentalidad de responsabilidad y colaboración que son elementos esenciales para una verdadera democracia.


Un régimen democrático debe promover la participación de los ciudadanos en la organización política, económica y social en todos sus niveles. Es necesario que el ordenamiento jurídico incorpore a las comunidades particulares en la vida del Estado según el principio de subsidiariedad 1. El Estado no puede sustituir las asociaciones privadas y las agrupaciones intermedias, ni absorber el ordenamiento interno sino más bien debe respetarlas en la genuina fisonomía de sus estatutos, estimular y ayudar en el desarrollo original de sus actividades y coordinar las exigencias generales del bien común.


Contrario a estos principios es el sistema de un Estado asistencial excluyente y absorbente que provoca, como dice Juan Pablo II en su Encíclica Centesimus annus, pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir, con enorme crecimiento de los gastos. En este campo, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, su Fundador, está presente desde siempre con su palabra y sus obras, que tienden a ofrecer al hombre un apoyo material y espiritual que no lo humille ni lo reduzca a ser únicamente objeto de asistencia, sino que lo ayude a salir de su situación precaria promoviendo su dignidad de persona.


Nota. 1Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales con miras al bien común.

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