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sábado, 19 de diciembre de 2009

Los Concilios Ecuménicos



Los Concilios Ecuménicos

Información facilitada por la Conferencia episcopal Española.

El Concilio de Jerusalén. Las raíces históricas de lo que es un concilio las hallamos en la Sagrada Escritura. Concretamente, en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Es en el capítulo 15. Cristo había subido a los cielos. Los apóstoles se habían dispersado por toda Palestina y otras tierras lejanas, según el mandato del Señor. Santiago el Menor era entonces el obispo de Jerusalén y los cristianos aumentaban más cada día, en su mayoría hebreos. Sin embargo, otros muchos paganos también querían ser seguidores de Cristo y pedían a los apóstoles ser admitidos a la comunión eclesial. Surgió entonces un conflicto: ¿Deberían los paganos ser circuncidados, ley propia de los judíos, antes de hacerse cristianos? San Pablo viaja a Jerusalén para visitar a Pedro, el primer Papa. Estudian el tema. Y Pedro convoca el primer Concilio de la Iglesia, al que asistieron los obispos. Desde entonces, la historia de la Iglesia registra veintiún concilios ecuménicos, es decir, reuniones de todos los pastores de la Iglesia universal, convocados por el Papa, a fin de estudiar una serie de problemas y cuestiones del momento eclesial concreto. Los concilios, como ya ocurrió en Jerusalén, en el relato referido, cuentan con la presencia invisible, pero cierta, del Espíritu Santo, que inspira las decisiones. Siempre debe convocar y presidir los Concilios Ecuménicos el Santo Padre.

¿Qué es un Concilio? El Código de Derecho Canónico habla del Concilio Ecuménico en los cánones 337-341. En el Concilio Ecuménico se ejerce de modo solemne la potestad del Colegio de los Obispos; ésta se ejerce mediante acción conjunta de los obispos dispersos por el mundo, promovida o libremente aceptada como tal por el Romano Pontífice. Es a éste a quien corresponde, de acuerdo con las necesidades de la Iglesia, determinar y promover los modos según los cuales el Colegio de los Obispos haya de ejercer colegialmente su función para toda la Iglesia. El Papa es el único que puede convocarlo, presidirlo personalmente o por medio de otros, trasladarlo, suspenderlo o disolverlo, y aprobar sus decretos. También él determina las cuestiones para que también sean tratadas han de ser aprobadas previamente por el Papa. Tienen el derecho y el deber de asistir al Concilio Ecuménico, con voto deliberativo, todos los obispos y sólo ellos. Pueden ser llamadas por el Papa otras personas y a él corresponde determinar qué función han de desempeñar en el Concilio. Si fallece el Papa el Concilio se interrumpe hasta que el sucesor decida continuarlo o disolverlo. Los decretos en él promulgados tienen fuerza obligatoria sólo cuando los aprueba el Papa juntamente con los padres conciliares y se promulgan con el mandato del Romano Pontífice.

Relación de Concilios Ecuménicos

1.-Nicea: año 325

2.- I de Constantinopla: año 381

3.- Efeso: año 431

4.- Calcedonia: año 451

5.- II de Constantinopla: año 553

6.- III de Constantinopla: año 680

7.- II de Nicea: año 787

8.- IV de Constantinopla: años 869-870

9.- I de Letrán: año 1123

10.- II de Letrán: año 1139

11.- III de Letrán: año 1179

12.- IV de Letrán: año 1215

13.- I de Lyon: año 1245

14.- II de Lyon: año 1274

15.- Vienne: año 1311-1312

16.- Constanza: años 1414-1418

17.- Florencia (comenzó en Ferrara): años 1439-1445

18.- V de Letrán: años 1512-1517

19.- Trento: años 1545-1563

20.- Vaticano I: año 1870

21.- Vaticano II: años 1962-1965



Desglose de todos los Concilios

Primer Concilio Ecuménico: Nicea (año 325). El primer Concilio de Nicea duró dos meses y doce días. Fue convocado para combatir el arrianismo. Asistieron 318 obispos. El legado del Papa Silvestre fue el español Osio, obispo de Córdoba. También estuvo presente el emperador Constantino. Frutos de este Concilio fueron el Credo (Symbolum), la definición de la divinidad del Hijo de Dios (homoousios), y la fijación de las fechas para la celebración de la Pascua.

Segundo Concilio Ecuménico: Constantinopla (año 381). Fue convocado por el Papa Dámaso. Asistieron 150 obispos. Condenó a los seguidores de Macedonio, que negaba la divinidad del Espíritu Santo. Al Credo le añadieron las cláusulas referentes al Espíritu Santo y todas las cláusulas finales (Credo Niceno-constantinopolitano).

Tercer Concilio Ecuménico: Efeso (año 431). Asistieron más de 200 obispos presididos por san Cirilo de Alejandría, en representación del Papa Celestino I. Se definió la verdadera unidad personal de Cristo, se declaró la maternidad divina de María (Theotokos) contra Nestorio, obispo de Constantinopla, y se renovó la condena a Pelagio y sus seguidores.

Cuarto Concilio Ecuménico: Calcedonia (año 451). El Papa León Magno y el emperador Marciano presidieron a 150 obispos. Se definió la doble naturaleza (divina y humana) de Cristo, contra las pretensiones del Monofisismo.

Quinto Concilio Ecuménico: Constantinopla II (año 553). Con Justiniano I reinante, el Papa Virgilio congregó a 165 obispos para condenar los errores de Orígenes y algunos escritos de Teodoreto; de Teodoro, obispo de Mopsuestia; y de Ibas, obispo de Edessa. Además, los padres conciliares confirmaron los primeros cuatro concilios, especialmente el de Calcedonia, cuya autoridad había sido contestada por algunos herejes.

Sexto Concilio Ecuménico: Constantinopla III (años 680-681). El Papa Agatón preside un Concilio que reúne a los Patriarcas de Constantinopla y Antioquía, a 174 obispos, y al emperador Constantino Pogonato. Puso fin al Monotelismo, definiendo dos voluntades en Cristo, la divina y la humana, como dos principios operativos.

Séptimo Concilio Ecuménico: Nicea II (año 787). Impulsado por el emperador Constantino VI y su madre Irene, durante el Pontificado de Adriano I que lo ratificó, reguló la veneración de las imágenes sagradas. Asistieron entre 300 y 367 obispos.

Octavo Concilio Ecuménico: Constantinopla IV (año 869). Adriano II junto a 102 obispos, 3 legados papales, 4 patriarcas, dieron a las llamas las actas de un concilio irregular (convocado contra el Papa Nicolás e Ignacio, legítimo patriarca de Constantinopla); condenaron a Focio que había ocupado ilegítimamente la sede constantinopolitana.

Noveno Concilio Ecuménico: Letrán I (año 1123). Celebrado en Roma, reunió bajo el Papa Calixto II alrededor de 900 obispos y abades. Abolió el derecho, reclamado por los príncipes, a las investiduras de dignidades y beneficios eclesiásticos.

Décimo Concilio Ecuménico: Letrán II (año 1139). Presidió el Papa Inocencio II. Asistieron unos 1.000 prelados y el emperador Conrado. Se condenaron los errores de Arnaldo de Brescia.

Undécimo Concilio Ecuménico: Letrán III (año 1179). Reinando el emperador Federico I, el Papa Alejandro III concitó a 302 obispos para condenar a Albigenses y Valdenses. Se dictaron muchas disposiciones para la reforma moral de la Iglesia.

Duodécimo Concilio Ecuménico: Letrán IV (año 1215). Siendo Pontífice Inocencio III, junto a los patriarcas de Constantinopla y Jerusalén, 71 arzobispos, 412 obispos, y 800 abades, el Primado de los Maronitas y santo Domingo de Guzmán. Elaboró un credo más extenso, contra los Albigenses. Se condenaron los errores trinitarios de Joaquín de Fiore.

Decimotercer Concilio Ecuménico: Lyon I (año 1245). Lo presidió Inocencio IV. Acudieron los patriarcas de Constantinopla, Antioquía y Venecia, junto a 140 obispos y san Luis, rey de Francia. Excomulgó y depuso al emperador Federico II y convocó una nueva cruzada, bajo el mando de san Luis, rey de Francia.

Decimocuarto Concilio Ecuménico: Lyon II (año 1274). 500 obispos, 15 cardenales y más de otros mil dignatarios se unieron al Papa Gregorio X. Consiguió una breve unión de la Iglesia ortodoxa con la católica. La palabra "filioque", relativa a la procedencia del Espíritu Santo, fue añadida al símbolo Constantinopolitano. Se promulgaron las normas para la elección papal.

Decimoquinto Concilio Ecuménico: Viena de Francia (años 1311-1313). El primer Papa del exilio de Avignon, Clemente V, convocó el Concilio. Tuvo que afrontar los supuestos crímenes y errores de los Caballeros Templarios, los Fraticelli, los Begardos y las Beguinas. Se dictaron normas para la reforma del clero.

Decimosexto Concilio Ecuménico: Constanza (años 1414-1418). Se convocó durante el Cisma de Occidente para acabar con las divisiones en la Iglesia. Se legitimó sólo cuando Gregorio XI lo convocó formalmente. El concilio sólo es considerado ecuménico en sus últimas sesiones (XLII-XLV).

Decimoséptimo Concilio Ecuménico: Basilea/Ferrara/Florencia (años 1431-1439). Se reunió primero en Basilea (siendo Papa Eugenio IV y emperador Segismundo) buscando la pacificación religiosa de Bohemia. El Concilio aprueba la vuelta a la unidad con los ortodoxos, que se queda en "papel mojado".

Decimoctavo Concilio Ecuménico: Letrán V (año 1512-1517). Lo inauguró el Papa Julio II y presidió su conclusión León X. Asistieron 15 cardenales, unos 80 arzobispos y obispos. Sus decretos son principalmente disciplinarios. Se planeó una nueva cruzada contra los turcos, que no se realizó.

Decimonoveno Concilio Ecuménico: Trento (año 1545-1563). Duró ocho años de trabajos conciliares, bajo cinco pontificados: Paulo III, Julio III, Marcelo II, Paulo IV y Pío IV. Reinaron los emperadores Carlos V y Fernando I. Estuvieron presentes 5 cardenales, 3 patriarcas, 33 arzobispos, 235 obispos, 7 abades, 7 generales de órdenes monásticas y 160 teólogos. Fue convocado para examinar y condenar los errores de Lutero y los demás reformadores; también se reformó la disciplina de la Iglesia. Fue el más largo de los concilios, el que más decretos dogmáticos y reformadores promulgó. Fue muy eficaz.

Vigésimo Concilio Ecuménico: Vaticano I (años 1869-1879). El ocho de diciembre de 1869 se reunieron, convocados por Pío IX, 49 cardenales, 11 patriarcas, 680 arzobispos y obispos, 28 abades, 29 generales de órdenes y congregaciones; en total 803 personas. Además de importantes cánones en relación a la fe y la constitución de la Iglesia, el concilio decretó la infalibilidad del Papa cuando habla "ex cathedra", en cuestiones de fe y moral.

Vigésimo primer Concilio Ecuménico: Vaticano II (años 1962-1965). De él informamos más ampliamente a continuación.

El Concilio Vaticano II. Dichos quedan el carácter y las finalidades conciliares. El Concilio Vaticano II, fiel a su identidad, no pretendió definir dogmáticamente nada nuevo. Su cometido fue la reflexión profunda y pastoral de la doctrina de salvación recibida de los Apóstoles y su actualización según lo demandaban las presentes circunstancias sociales e históricas

Documentos. Estos criterios se transparentarán de modo nítido en los 16 documentos emanados de esta magna asamblea eclesial universal. El primero en ser promulgado fue la Constitución dogmática sobre la Sagrada Liturgia, "Sacrosatum concilium", y el decreto sobre los Medios de Comunicación Social, "Inter Mirifica". Era el 4 de diciembre de 1963. El 7 de diciembre de 1965, un día antes de la Clausura del Concilio, se promulgan los últimos decretos conciliares: " Dignitatis humanae", "Presbyterorum ordinis", "Ad Gentes Divinitus" y la importantísima Constitución dogmática sobre la Iglesia en el mundo "Gaudium et spes", tal vez la más genuina obra del Vaticano II, cuya relación completa es esta:

Constituciones

"Lumen gentium", sobre la Iglesia (LG)

"Dei Verbum", sobre la divina Revelación y la Palabra de Dios (DV)

"Sacrosatum Concilium", sobre la liturgia y su reforma (SC)

"Gaudium et spes" sobre la iglesia en el mundo actual (GS)

Decretos

"Christus Dominus", sobre el oficio pastoral de los obispos (CH D)

"Presbyterorum ordinis", sobre el ministerio y vida de los sacerdotes (PO)

"Optatam totius", sobre la formación sacerdotal (OT)

"Perfectae caritatis", sobre la adecuada renovación de la vida religiosa (PC)

"Apostolicam actuositatem", sobre el apostolado de los seglares (AA)

"Orientalium ecclesiarum", sobre las iglesias orientales católicas (OE)

"Ad Gentes divinitus", sobre la actividad misionera de la Iglesia (AG)

"Unitatis redintegratio", sobre el Ecumenismo (UR)

"Inter Mirifica", sobre los Medios de Comunicación Social (IM)

Declaraciones

"Dignitatis humanae", sobre la libertad religiosa (DH)

"Gravisimum educationis", sobre la educación cristiana de la juventud

"Nostra aetate", sobre las relaciones de la Iglesia con la religiones no cristianas (NA)


Organización del trabajo conciliar

El trabajo se desarrollaba en diversos tipos de reuniones o congregaciones:

Generales: reuniones diarias de padres, observadores y auditores.

Públicas: reuniones solemnes presididas por el Papa y abiertas a todos.

De las Comisiones: reuniones de trabajo para preparar los esquemas que debían ser propuestos en las reuniones generales. Fueron elegidas diez comisiones al comienzo del Concilio; estaban integradas por dieciséis miembros elegidos y nueve nombrados por el Papa, más un cardenal como presidente. Podían dividirse en subcomisiones para algún trabajo en particular.

Existieron los siguientes cargos:

Consejo de presidencia (en la primera sesión): diez cardenales nombrados por el Papa para dirigir los debates.

Moderadores: cuatro cardenales encargados de dirigir los debates.

Secretario: un secretario y cinco subsecretarios encargados de la organización.

Algunos datos e incidencias. El Concilio se desarrolló a lo largo de cuatro sesiones, desde el 11 de octubre de 1962 hasta el 7 de diciembre de 1965. Al día siguiente, 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Concilio fue clausurado con una solemne Eucaristía en la Basílica Vaticana. Fueron sesiones bimestrales (octubre-diciembre) en los años 1962, 1963, 1964 y 1965. Fue presidido sucesivamente por los Papas Juan XXIII (1962) y Pablo VI (1963-1965). Los asistentes pasaban de 2500 y pertenecían a uno de estos cuatro grupos:

Padres Conciliares: grupo formado por los obispos de los cinco continentes y por los superiores generales de las congregaciones religiosas masculinas. El 38% eran europeos; el 31% americanos; el 21% de Asia y Oceanía y el 10% de África. Muchos obispos de países comunistas no pudieron acudir debido a los impedimentos de las autoridades civiles.

Asesores expertos: elegidos por el Papa o los obispos, y que colaboraban en los trabajos de las comisiones.

Observadores: delegados de otras confesiones cristianas; en los comienzos fueron 31 y terminaron siendo 93.

Auditores: 36 hombres y 7 mujeres, representantes del laicado o de congregaciones religiosas femeninas.

Se inició el concilio sin tener claramente decidida su orientación. Después de una consulta general a obispos y universidades, la curia romana había preparado unos esquemas y esperaba que fueran aprobados en un corto plazo. Pero las dificultades que fueron surgiendo y las modificaciones que introdujeron los propios participantes llevaron a la clausura de la primera sesión sin aprobar ningún texto definitivo. La orientación de los trabajos quedó fijada con el discurso del Papa Pablo VI, que había sucedido a Juan XXIII, al comenzar la segunda sesión. También fueron clave sus intervenciones temas como la colegialidad y la libertad religiosa.

Significación del Vaticano II. "El Concilio Ecuménico Vaticano II (...) debe, sin duda, considerarse entre los mayores acontecimientos de la Iglesia. En efecto, ha sido el más grande por el número de Padres venidos a la Sede de Pedro desde todas las partes del globo, incluso de aquellas donde la jerarquía ha sido constituida recientemente; el más rico por los temas que durante cuatro sesiones han sido tratados cuidados y profundamente; fue en fin, el más oportuno, porque, teniendo presentes las necesidades pastorales y, alimentando la llama de la caridad, se esforzó grandemente por alcanzar no sólo a los cristianos todavía separados de la comunidad de la Sede Apostólica, sino también a toda la familia humana."

Pablo VI. Breve pontificio In Spiritu Sancto

Valoración del Concilio por el Papa Pablo VI. El Papa Juan Pablo II ha dicho que este Concilio ha sido el Acontecimiento fundamental de la vida de la Iglesia contemporánea. Entre todas las aportaciones que se encuentran en el rico contenido de sus dieciséis documentos, pueden destacarse las siguientes:

a) Renovación general de la vida de la Iglesia, manifestada de manera especial:

- En la liturgia, con la utilización de las lenguas vernáculas, la acentuación del sentido comunitario y celebrativo, la imprescindible participación de los fieles y la actualización de la vida sacramental.

- En la teología, situando a las Sagradas Escrituras como su alma y justificando las exégesis científicas de los textos, centrando la reflexión sobre la iglesia en su condición de pueblo de Dios, en el que todos sus miembros son responsables y resaltando su misión evangelizadora.

b) Presentación de un nuevo concepto de Iglesia en el que se resalta el carácter comunitario. Se refuerza la colegialidad de los obispos con el Papa y se reafirma la corresponsabilidad de los obispos, los sacerdotes y los laicos en la dinámica de la vida eclesial. Esto se ha visto reflejado en el nacimiento de diversos organismos de ámbito eclesial, nacional o parroquial, por ejemplo, los sínodos de obispos, las conferencias episcopales, los consejos pastorales, etc.

c) Actitud de diálogo con el mundo actual: el Concilio desea unir la luz de la revelación al saber de la experiencia humana para asía iluminar juntos el camino de la humanidad. Lejos de complacerse en señalar los males que aquejan a nuestra época, reconoce que la Iglesia recibe mucho del mundo, inclusive de sus enemigos.

d) Diálogo con todos los creyentes, no sólo con los que en otros tiempos eran enemigos y hoy son hermanos separados, sino también son quienes practican otras religiones y creencias, desde las llamadas primitivas hasta el judaísmo o el Islam.

El Concilio Vaticano II incidió profundamente en la vida de la Iglesia y sus efectos se comparan con los que produjo en su día el de Trento.

Fines y resultados. En su primer discurso, al abrir la segunda sesión conciliar, el Papa Pablo VI marcó el rumbo definitivo del Vaticano II, apuntando cuatro fines concretos. Los documentos que se fueron elaborando responden esencialmente a los objetivos propuestos:

-- Precisar la noción o conciencia que la Iglesia tiene de sí misma. Se entiende que éste era el cometido central por lo que el texto sobre la Iglesia (Constitución dogmática Lumen gentium) es el documento fundamental y punto de referencia de todos los demás.

-- Pero siendo la Iglesia una realidad sobrenatural, deberá recurrir a la revelación para hablar de sí misma. Por eso se elabora previamente otro documento en el que se expone la doctrina sobre la Sagrada Escritura y la Tradición (Constitución dogmática Dei Verbum)

-- Impulsar la renovación de la Iglesia para que su realidad actual responda cada vez mejor al ideal de su fundador. Uno de los ámbitos más necesitados de puesta al día era la liturgia (Constitución dogmática Sacrosactum Concilium). Otros seis decretos y una declaración completan este objetivo renovador, se refieren a la actividad misionera, la labor pastoral de los obispos y los presbíteros, la formación de los sacerdotes, el apostolado de los seglares, la renovación de la vida religiosa y la educación cristiana.

-- Restablecer la unidad de los cristianos. A cumplir esta finalidad se encaminan los decretos sobre las iglesias orientales católicas y sobre el ecumenismo y la declaración sobre la libertad religiosa.

-- Entablar el diálogo con los hombres de nuestra época. El principal documento que trata este tema es el de la Iglesia en el mundo actual (Constitución pastoral Gaudium et spes) en el que se abordan con la declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas y con el decreto sobre los medios de comunicación social.

El Concilio Vaticano II se distingue de todos los anteriores en que no sólo abordó cuestiones más o menos delicadas o discutidas sino que trató de responder a las exigencias de su época y de vincularse a la totalidad de la tradición. Por su voluntad del Papa, sólo unos pocos temas más se pospusieron a los debates conciliares, fueron, la reforma de la curia, la ley del celibato y la regulación de la natalidad.

Así vio Juan Pablo II el 40 aniversario del Concilio Vaticano II. "Esta sed de plena comunión entre los cristianos ha recibido un impulso notable desde el Concilio Vaticano II, que dedicó precisamente al ecumenismo uno de sus más significativos documentos, el decreto "Unitatis redintegratio".

"Hace dos días, se cumplieron los cuarenta años de la apertura de aquella reunión histórica, convocada el 11 de octubre de 1962 por el Papa Juan XXIII, que ahora veneramos como beato. Tuve la gracia de participar también yo y conservo en el espíritu preciosos e inolvidables recuerdos. En su discurso de apertura, el Papa Juan, lleno de esperanza y de fe, exhortó a los padres conciliares a permanecer por un lado fieles a la tradición católica y por otro lado a volverla a presentar de un modo adaptado a nuestros tiempos. En cierto sentido, el 11 de octubre de hace cuarenta años ha marcado el inicio solemne y universal de la que es llamada "nueva evangelización".


El Concilio ha sido por así decir la "puerta santa" de esa nueva primavera de la Iglesia que se ha revelado en el gran Jubileo del año 2000. Por este motivo, con la carta apostólica "Novo millennio ineunte" he pedido a la comunidad eclesial que vuelva a tomar entre sus manos los documentos conciliares, que no pierden ni su valor ni su brillo. Deben ser conocidos y asimilados como "textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia" (Cf. n. 57). Por eso entregué simbólicamente estos documentos a las nuevas generaciones, con motivo de la jornada jubilar del apostolado de los laicos. Que la Virgen María, madre de Dios y de la Iglesia, nos ayude a comprender que en el Concilio se ha ofrecido a nosotros una brújula para orientarnos en el camino del siglo que comienza." (Palabras de Juan Pablo II pronunciadas el 13 de octubre de 2002 antes del rezo del Ángelus.

Diez palabras claves del Concilio

1.- "AGGIORNAMENTO". La palabra expresa el esfuerzo de toda la Iglesia para mirar positivamente al mundo, abrirse a él y buscar estar al día en la lectura de los "signos de los tiempos" que se presentan en la realidad.

2.- COLEGIALIDAD. Es la renovación del "colegio" de los obispos presidido por el obispo de Roma, el Papa. Es evocación y actualización del Colegio Apostólico. La colegialidad se expresa por medio de algunos organismos a nivel mundial, como el Sínodo de los obispos, y a nivel nacional, como las Conferencias Episcopales.

3.- DIÁLOGO. El Concilio ha promovido un diálogo hacia todas las direcciones siguiendo la propuesta de la encíclica programática de Pablo VI, Ecclesiam suam, del 6 de agosto de 1964. De aquí en más el diálogo será herramienta fundamental del anuncio y de la misión de la Iglesia en su anuncio de Jesucristo.

4.- COMUNIÓN. El proyecto de Dios es un proyecto de comunión. La Iglesia Católica se define como una comunión de Iglesias locales. A nivel más profundo, la Iglesia es Comunión con Dios y entre los hombres. La Iglesia es misterio y gracia de comunión.

5.- LIBERTAD RELIGIOSA. Una de las más grandes innovaciones del Vaticano II es la afirmación de la libertad religiosa, que va asociada a la libertad de conciencia.

6.- LITURGIA. Un deseo de los obispos presentes en el Concilio era llegar pronto a una reforma litúrgica cercana al pueblo que permitiera su participación. Redescubriendo las antiguas tradiciones litúrgicas, el pueblo vuelve a ser protagonista de las celebraciones y de la vida eclesial.

7.- ECUMENISMO: A partir del Concilio Vaticano II, la palabra ecumenismo adquiere legitimidad plena en la Iglesia católica. Las diferentes Iglesias o comunidades eclesiales cristianas, en comunión imperfecta pero real con la Iglesia católica, forman parte de la única Iglesia de Cristo. La finalidad del camino ecuménico es la búsqueda de un diálogo serio y exigente para favorecer el encuentro y la unidad de los cristianos.

8.- PALABRA DE DIOS: El Vaticano II ha restaurado el lugar de la Palabra de Dios como fundamento de toda la vida cristiana. El Magisterio explicita y sirve la Palabra de Dios. Todo el Pueblo de Dios puede y debe acercarse a la Biblia para que ésta ilumine su vida.

9.- PUEBLO DE DIOS. Esta definición de la Iglesia valoriza la condición cristiana de todos los integrantes de la Iglesia, laicos y ministros. Propone también una nueva inserción en la historia y en el mundo y una nueva configuración de relaciones en el interior de la Iglesia.

10.- PRESENCIA. La Iglesia se percibe como presencia frente a Dios y frente a los hombres. En el mundo esta presencia es una presencia de servicio. La Iglesia centrada en el Evangelio se abre al mundo y se hace presente en él.





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